La Iglesia y el Reino de Dios

Esta entrada es parte de: ¿qué sabemos de Jesús de Nazaret? y continuación de: la forma humilde del Reino de Dios

El Concilio Vaticano II ha entendido a la Iglesia como el sacramento fundamental, el protosacramento que antecede a todos los demás sacramentos concretos (Lumen gentium 1,1.3.5). Desde esta perspectiva podemos pues redefinir la relación entre «reino de Dios» y «pueblo de Dios» (Iglesia) desde el concepto de sacramento. En efecto, el pueblo de Dios (la Iglesia) es el sacramento del reino de Dios en proceso de realización. La Iglesia o pueblo de Dios sería el signo visible de la realidad invisible del Reino de Dios.

Pero aquí lo importante es la «realidad invisible»: el reino de Dios. Este reino es algo completamente inimaginable, mayor y más glorioso que todo cuanto el hombre puede imaginar; abarca todo lo creado… Dios mismo lo implanta en la historia y lo consuma en la vida eterna. El «signo visible» es el pueblo de Dios, o respectivamente la Iglesia: una realidad visible, palpable, concebible, definible, identificable. Los signos no descansan en sí mismos ni existen en razón de sí mismos. Todo cuanto son lo son en virtud de su referencia. Así pues, todo sacramento es un signo indicador, un signo que remite.

El sacramento no es solo un signo que remite. Es también un signo eficaz. Causa la participación en Cristo mismo y, con ello, en su obra y en su destino. Y exactamente así es el pueblo de Dios algo más que mera indicación o simple remisión. Hace presente el reino de Dios bajo la modalidad del «ya y todavía no». Concede ya participación en el reino de Dios. Convierte ya a sus miembros en comensales del reino de Dios. Permite experimentar ya ahora las fuerzas del reino de Dios a través del Espíritu Santo: Si yo expulso los demonios por el dedo de Dios, es que el reino de Dios ha llegado a vosotros (Lc 11,20). En efecto, aunque el reino mismo de Dios permanece oculto, está ya presente en el signo: el signo es la curación.

Frente a una exégesis neotestamentaria que mantiene una curiosa actitud de indecisión respecto al reino de Dios, o como algo que no acontece en el mundo real; o que sí, ciertamente fue reconocido en Jesús, en sus palabras y sus obras, por un corto periodo de tiempo, pero luego está nuevamente suspendido en el aire, etc.. Nuestro enfoque, por el contrario, quiere insistir en la profunda relación que se establece entre reino de Dios y pueblo de Dios. Nos puede ayudar en esto leer la entrada sobre el empeño que pone Jesús en llevar a cabo la reunificación de Israel.

Fuente principal: Lohfink, Gerhard. Jesús de Nazaret: Qué quiso, quién fue. Editorial Herder.

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