Comentario a Jn 20,19-31 (A los ocho días llegó Jesús)

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Lecturas: vol. I (B) Aquí para leer las lecturas completas

  • Hch 4, 32-35. Un solo corazón y una sola alma.
  • Sal 117. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
  • 1Jn 5, 1-6. Todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo.
  • Secuencia (opcional): Ofrezcan los cristianos…
  • Jn 20, 19-31. A los ocho días llegó Jesús.

19Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». 

  • Lo que leemos ahora ocurre al anochecer de «aquel mismo día, el primero de la semana«, es decir, el mismo día mencionado ya en Jn 20,1, el día de la resurrección.
  • Los discípulos estaban reunidos manteniendo ‘las puertas cerradas‘ (el plural ‘puertas’ indicará, probablemente, la puerta que daba acceso al patio interior y la puerta de la casa misma, cf. Jn 18, 15-16; Hch 12, 13-14).
  • Los discípulos lo hacían ‘por miedo a los judíos’, ya que los líderes judíos eran hostiles hacia los seguidores de Jesús (cf. Jn 7,13; 9,22; 19,38), como ya se vio también en su intención de matar a Lázaro (Jn 12, 10) y en las palabras de Jesús mismo (Jn 15,18-16,4). Los discípulos además estaban angustiados, sin saber que iba a ocurrir ahora, ya que el cuerpo de Jesús había desaparecido del sepulcro (cf. vs.2-10) y de que María había dicho que le había visto (v.18).
  • La cuestión central de este versículo es: ‘Y en esto entró Jesús’ (venir, llegar). Los ‘discípulos‘ (cf. Nota 2 para apóstoles, cf Mc 16,14-18; Lc 24,36-45; Mt 28,16-20) no le han escuchado venir; no entró por una puerta, sino que apareció allí de pronto, y ‘se puso en medio‘ de ellos (cf. aquí vemos lo especial de su cuerpo resucitado: cf. 1Co 15,42-44; Flp 3,21).
  • Jesús les saluda como era habitual entre los judíos shālōm, ‘paz a vosotros’ (cf. Jue 6, 23; 19, 20; 1S 25,6; Dn 10,19). «Shalom» era y es el saludo habitual entre los judíos piadosos. A lo largo de su vida pública, Jesús quizás lo diría miles de veces; pero sólo ahora, los evangelistas se hacen eco -por dos veces- de aquel saludo en los labios del Señor. Esto nos indica, que en este momento, y viniendo de Él, el saludo tiene un significado muy profundo (cf. Lc 7,50; 8,48), ya que dicha paz, se presenta como una realidad, es decir, que con su muerte y resurrección, Cristo nos ha reconciliado con el Padre, y a todos los que lo acogen, se les ofrece el don valioso de la paz (cf. Jn 16,33; Rm 5,1; Ef 2,14-17; Col 1,20).

20Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 

  • Después de que Jesús ha deseado su paz a los discípulos, aturdidos por su inseguridad, la tensión y la intranquilidad, les muestra sus manos y su costado. El evangelista no menciona explícitamente la razón de por qué Jesús hace esto, pero obviamente lo hace para demostrarles que es él realmente, y para convencerles de que es él y de que está vivo (cf. v.25.27). De esto podemos deducir que las heridas (cicatrices) de los clavos (cf. Sal 22,16) y de la lanza (Jn 19, 34) son visibles e incluso palpables (vs.25.27).
  • En el momento en que el ‘Señor‘ se manifiesta así, los discípulos adquieren la certeza de que realmente ha resucitado.
  • «Les enseño las manos y el costado», es decir, los signos de la pasión tras. Estas heridas revelan la misericordia de Dios, que «tanto amó al mundo que le dio a su Hijo único» (Jn 3, 16).
  •  «Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor». Estas palabras son profundamente humanas. El Amigo perdido está presente de nuevo, y quien antes estaba turbado se alegra. Pero dicen mucho más. Porque el Amigo perdido no viene de un lugar cualquiera, sino de la noche de la muerte; ¡y él la ha atravesado! Él no es uno cualquiera, sino que es el Amigo y al mismo tiempo Aquel que es la Verdad que da vida a los hombres; y lo que da no es una alegría cualquiera, sino la alegría misma, don del Espíritu Santo. Sí, es hermoso vivir porque soy amado, y es la Verdad la que me ama. La inseguridad y tensión han dado paso al gozo, exactamente como Jesús había predicho: vuestra tristeza se convertirá en gozo (Jn 16,16-22). Más tarde Juan afirmará con énfasis que él mismo ha visto y escuchado a Jesús, subrayando también el gozo causado por esto (1Jn 1, 1-4).

21Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». 22Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; 23a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». 

  • Así también os envío yo‘ Como los discípulos nunca podrían cumplir por sí mismos lo que les manda Jesús (vs.21), ahora él les indica cómo y con qué fuerza podrán llevar a cabo esta Obra a la que se les envía: con el Espíritu Santo (cf. Hch 1,8).
  • Jesús ‘sopló’ sobre ellos, como símbolo del Espíritu (la palabra griega pneuma significa tanto ‘espíritu’ como ‘viento’ y ‘aliento’, al igual que la palabra hebrea rūach). Al mismo tiempo éste es un símbolo de la vida nueva (la gracia) que los discípulos reciben por Jesús y que se caracteriza por el ser llenado con el Espíritu Santo (cf. Jn 6, 62s.; Jn 7, 39; Ez 37, 9; 1Co 15, 45). El verbo em-phusaō  (‘soplar en/sobre’ cf. Nota 3) sólo lo encontramos en este versículo en todo el NT, pero sí en Gn 2, 7 LXX, donde Dios sopla el aliento de vida en la nariz del hombre para convertirlo así en un ser vivo.
  • Que Jesús diga aquí: ‘recibid el Espíritu Santo’, significa que los discípulos reciben en ese instante un anticipo de Pentecostés, y aquí Jesús les quiere dejar claro que, como sus representantes, reciben autoridad divina para llevar a cabo su Obra por medio del Espíritu Santo. (Para la plenitud del Espíritu Santo habrá que esperar a Pentecostés, después de la Ascensión cf. Jn 14,16s.; Jn 15,26; 16,7, véanse también Jn 7, 39 y Hch 1, 4.8; 2, 4)
  • La autoridad divina que Jesús da a sus discípulos para perdonar los pecados es un tema clave del Evangelio (cf. Jn 1, 29; Mt 26, 28; Mc 2, 5 y 10). Los discípulos reciben de Jesús la potestad de perdonar pecados en su nombre (institución del sacramento del perdón). Sólo Dios puede perdonar los pecados (cf. Mc 2, 7; Sal 32,2.5); los discípulos reciben esta potestad como representantes de Jesús (cf Jn 13,20; 15,20). Ya antes el Señor había indicado este principio como regla para su Iglesia (cf Mt 16,19; 18,18; cf. 2Co 2,10). Esta es la misión de la Iglesia perennemente asistida por el Paráclito: llevar a todos el alegre anuncio, la gozosa realidad del Amor misericordioso de Dios (cf. Jn 20, 31)
  • Una observación.: Mientras que ap-hiēmi significa literalmente ‘soltar, enviar, expulsar’ (cf. Sal 103,12), krateō es su opuesto, y significa lit. ‘sujetar’, y hacerlo con fuerza.

24Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. 

  • Tomás es llamado también Dídimo (cf. Jn 11,16; 21,2). La palabra griega didumos significa ‘doble, gemelo’, al igual que el hebreo te’ōm, del que deriva Tomás; es probable que tuviera un hermano gemelo. Juan lo ha mencionado ya dos veces (Jn 11,16; 14,5). Quizás no había estado, decepcionado por la muerte de Jesús, un final que él, por cierto, ya había visto venir (Jn.11:16). No sabemos si se había enterado del testimonio de María Magdalena (v.18).

25Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». 

  • Inmediatamente después de que Jesús se ha aparecido a los discípulos (vs.19,23) dan testimonio de ello, en concreto a Tomás. Le dicen lo miso que María les había dicho a ellos: ‘¡hemos visto al Señor!’ (comp. vs.18, comp. también 1Co.9:1). Pero, al igual que su propia reacción de incredulidad a las palabras de María (comp. Mc.16:11; Lc.24:11), Tomás no les cree.
  • Tomás quiere ver él mismo a Jesús, y quiere ver las pruebas de que realmente se trata del mismo Jesús que ha sido crucificado, es decir, las heridas causadas por los clavos. La palabra tupos significa aquí ‘señal’, refiriéndose a el resultado visible de los clavos en la forma de heridas o cicatrices. Éste es el único lugar en la Biblia en el que se habla del uso de clavos para una crucifixión (comp. Sal.22:16; Hch.2:23, para hēlos ‘clavos’ véanse p.ej. en la LXX 1Cr.22:3; 2Cr.3:9; Is.41:7).
  • No obstante, el ‘ver’ no es suficiente para Tomás, ya que podría estar imaginándoselo (como también los otros discípulos pueden estar imaginándose lo que le están diciendo). Quiere tocar también las cicatrices en las manos y el costado de Jesús (comp. vs.20), y sólo esto será para él una prueba irrefutable para creer que Jesús realmente vive de nuevo. En caso de que no se le presenten estas pruebas, no creerá. De aquí viene la expresión ‘ser un incrédulo como Tomás’, indicando alguien que no cree algo fácilmente (véase también vs.27). Esto no significa, sin embargo, que Tomás fuera directamente un incrédulo; le cuesta creer la resurrección corporal de Jesús.

26A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». 

  • La expresión ‘ocho días después’ significa ‘al octavo día, una semana después’, porque el día desde el cual se contaba, se consideraba el primer día (comp. p.ej. el tiempo entre la muerte de Jesús y su resurrección, véanse Mc.8:31 y com. Mt.12:40). Lo que leemos a continuación, pues, tiene lugar un domingo, una semana después de la anterior aparición de Jesús (vs.19). Jesús se apareció de nuevo en el primer día de la semana, el día de la resurrección. El domingo se convertiría así también en el día de reunión de los discípulos y la iglesia (comp. Hch.20:7; 1Co.16:2). De estos versículos no podemos saber si los discípulos ya entonces se reunían en domingo. Es más probable que estuvieran continuamente juntos, con la esperanza de volver a ver y oír a Jesús, sobre todo a causa de Tomás, que todavía no podía participar en su gozo (véase vs.20).
  • No necesariamente esta aparición de Jesús (vs.26-29) tuvo lugar en la misma casa que la anterior (véase com. vs.19). En todo caso el lugar no es muy importante tampoco, ya que Juan no nos lo cuenta. Sí menciona que los discípulos están ‘dentro’ (esō) y que Tomás está con ellos. De nuevo las puertas están cerradas y de nuevo Jesús se encuentra en medio de ellos, de manera igual de repentina que la otra vez (comp. vs.19). También ahora les saluda con el saludo usual pero significativo de la paz (véase com. vs.19).

27Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». 

  • El inicio de este versículo (eita, ‘luego’) da la impresión de que Jesús inmediatamente después de saludar a los discípulos, deseándoles la paz, se dirige a Tomás. De sus palabras se deduce que él, como el Hijo de Dios, conoce perfectamente (cf. Jn.2:25; 6:64) los pensamientos y palabras incrédulas de Tomás (vs.25). Jesús no le reprocha nada a Tomás, sino que expresa una invitación. De hōde (‘aquí’) vemos que está señalando sus propias manos. Tomás puede ver y tocar las manos y el costado de Jesús, tal y como él mismo ha expresado como condición para poder creer (vs.25).
  • Además el Señor Jesús expresa una incitación a Tomás: ‘no seas incrédulo, sino creyente’. En otro pasaje encontramos un reproche de Jesús por la incredulidad en cuanto a su resurrección (cf. Mc.16:14; Lc.24:25), pero aquí sólo encontramos un llamado de Jesús a que abandone la incredulidad en cuanto al hecho de que Jesús ha resucitado (cf. también vs.8). De estas palabras se demuestra una vez más la paciencia y el amor de Jesús. Jesús está dispuesto a acceder a la petición de Tomás para que éste deje de dudar: Jesús quiere darle también a él su paz y ganarle por completo para él.

28Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». 

  • No se nos cuenta si Tomás realmente tocó las manos y el costado de Jesús, aunque las palabras de este versículo causen la impresión de que no lo ha hecho. El ver a Jesús y las cicatrices en sus manos ya es suficiente para él para obedecer al llamado de Jesús y empezar a creer que realmente vive (véase también vs.29, ‘porque me has visto’).
  • Al instante Tomás da testimonio de este cambio radical. Su respuesta, sin embargo, es más que sólo eso, es una confesión de su fe total en el Señor Jesucristo, comparable con las confesiones expresadas con anterioridad por Natanael y Pedro (Jn.1:49; 6:69). Lo que Tomás confiesa aquí es muy personal, una exclamación de su confesión triunfante: ‘¡Señor mío y Dios mío!’. Ya antes hemos visto cómo los discípulos se dirigen a Jesús como ‘Señor’ (véanse vs.25; Jn.13:13), pero nunca de una manera tan personal como lo hace Tomás ahora. Justamente al dirigirse a Jesús como su ‘Dios’ se expresa el alcance de su fe. Que Jesús se igualara a Dios siempre había sido un motivo de conflicto para los judíos (comp. Jn.5:18; 8:40-47,54; 10:33; 19:7).
  • La confesión de Tomás responde por completo al tema central de este evangelio, tal y como Juan lo ha descrito al inicio, en su introducción (cf Jn.1:1,12,18). Al mismo tiempo responde también a la pregunta de Tomás mismo de Jn.14:5 (cf. Jn.14:6-11).

29Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto». 

  • Lo último que Juan nos cuenta sobre esta aparición de Jesús es la respuesta de Jesús a la confesión de Tomás. Tomás quería ver antes de creer (vs.25,27s.), una regla que también aplicaban los judíos, cf. Jn.4:48; 6:30; muchos de ellos además sólo creerán en el Señor cuando le vean en su segunda venida (Zac.12:10, cf. Jn.19:37; Ap.1:7). Por cierto, el ‘ver’ es el cumplimiento de la esperanza de la fe (Ro.8:24s.), y la fe no necesariamente tiene que ver con las cosas que no se ven (Heb.11:1).
  • Desde el cambio producido en Tomás, Jesús continúa y bendice o congratula (cf. com. Jn.13:17, com. Mt.5:3) a quienes ‘no vieron y (sí) creyeron’. Podríamos expresarlo así: bienaventurados los que creen sin haber visto. En realidad esto es aplicable a todos aquellos para quienes Juan escribe su evangelio y nunca han visto a Jesús. Y además es aplicable a todos los que creen en el Señor Jesús sin haberle visto. También Pedro escribe esto (1P.1:8), subrayando el gozo causado por esta fe (comp. vs.20). Por esta misma razón Pablo escribe que el creer en Cristo resulta de oír la Palabra (Ro.10:14,17).

30Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos

  • Juan escribe que Jesús ha hecho todavía muchas más señales de las que él ha relatado en su evangelio (cf. Jn.21:25). Estas señales revelan su divinidad y han tenido como objetivo que aquellos que las han visto con sus propios ojos crean en él (cf. Jn 2:11; 4:54). Jesús hizo todos estos milagros ‘a la vista de los discípulos‘. Muchos judíos también los presenciaron, y sin embargo no creyeron en Jesús (véanse Jn 2:18,23s.; Jn 4:48; 6:26).
  • Muy conscientemente Juan ha hecho una selección de todas las señales que ha visto hacer a Jesús. Éstas son las señales que él ha escrito en su reproducción del Evangelio de Jesucristo.

31Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

  • Mientras que en Jn 19:35 Juan escribe sobre sí mismo usando la tercera persona (‘el que lo vio’), esta vez usa, con la misma humildad, una forma pasiva (‘éstas han sido escritas’). El tauta (‘éstas’) se remite a las señales hechas por Jesús (vs.30). Al escribir las señales milagrosas que ha seleccionado, Juan estaba persiguiendo un objetivo muy determinado. Con este propósito se dirige ahora a los lectores de su evangelio.
  • En primer lugar este propósito es que quien lo lea ‘crea que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios’ (cf. Jn.2:11; 1Jn.5:13). Que Jesús es el Cristo, el Mesías que el pueblo judío llevaba esperando tanto tiempo, es algo que se ha resaltado continuamente en este evangelio(véanse p.ej. Jn.1:42; 4:25s.; Jn.6:14s., Jn.6:69, etc.), al igual que el hecho de que Jesús es el Hijo de Dios (véanse p.ej. Jn.1:34,50; 5:18,25ss.; Jn.6:27ss., etc.). Muchos creyeron en él por las señales que le vieron hacer (véanse Jn.2:23; 3:2; 7:31, comp. también Jn.11:48; 12:37). Justamente el creer que Jesús es el Cristo y el Hijo de Dios es esencial para un cristiano (comp. Mt.16:16-18; 1Jn.5:1,10,20).
  • A continuación el propósito que Juan persigue al escribir su evangelio, es que los que crean que Jesús es el Cristo y el Hijo de Dios, por su fe tengan ‘vida en su nombre’. Esta vida es la vida eterna que Jesús mismo tiene y da (cf. p.ej. Jn.1:4,12; 3:36; 5:26,40; 8:24; 10:10; Ro.1:17). ‘En su nombrese refiere a la esencia de Jesús. El tener la vida eterna depende por completo de tener o no fe en el Señor Jesucristo.

Juan nos presenta un relato detallado de la aparición de Jesús a los discípulos, enfocándose especialmente en la aparición inicial (Jn 20,19-23) y la posterior aparición que incluye a Tomás (Jn 20,24-29). A continuación, se esboza un esquema lógico de las ideas principales:

Aparición inicial de Jesús a los discípulos (Jn 20,19-23)

  1. Contexto y escenario de la aparición. Los discípulos siguen reunidos en Jerusalén, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús aparece repentinamente en medio de ellos, demostrando la singularidad de su cuerpo resucitado.
  2. Saludo y muestra de sus heridas. Jesús saluda con el significativo «Paz a vosotros», indicando la paz que resulta de su obra redentora. Muestra sus manos y costado heridos para que los discípulos reconozcan su identidad y resurrección.
  3. Enviando a los discípulos. Jesús envía a sus discípulos al mundo, así como el Padre lo envió a él, para llevar el testimonio de su salvación.
  4. La donación del Espíritu Santo. Jesús sopla sobre los discípulos, otorgándoles el Espíritu Santo como fuente de poder para su misión.
  5. La autoridad para perdonar pecados. Jesús confiere a sus discípulos la autoridad para perdonar pecados, destacando la centralidad del perdón en su evangelio.

Aparición de Jesús a Tomás (Jn 20,24-29)

  1. Ausencia de Tomás y su incredulidad inicial. Tomás no estaba presente en la primera aparición y duda de la resurrección de Jesús hasta que vea sus heridas.
  2. Segunda aparición y la fe de Tomás. Jesús se aparece nuevamente, permitiendo a Tomás ver y tocar sus heridas como prueba de su resurrección. Tomás confiesa su fe en Jesús como «Señor mío y Dios mío», reconociendo su divinidad.
  3. Bendición para los que creen sin ver. Jesús elogia a aquellos que creen en él sin haber visto, enfatizando la bendición de la fe basada en el testimonio.

Conclusión del evangelio según Juan (Jn 20,30-31)

  1. Propósito de las señales registradas. Juan resume su evangelio, indicando que se han seleccionado signos específicos para que los lectores crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios.
  2. La fe en Jesús y la vida eterna. Juan concluye destacando que el propósito de creer en Jesús como el Cristo y el Hijo de Dios es para que los creyentes tengan vida eterna en su nombre.

Anécdotas

Fuentes

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