La Resurrección y el Trono de David (Salmo 2 y Hechos 13,32-37)

Esta entrada es la continuación de “No habían entendido la Escritura…” (Jn 20,9). Con el término ‘la Escritura’ el evangelista hace referencia en primer lugar al AT, como vemos en Jn 2,22; 7,38.42; 10,35; 17, 12 (cf. Mt 22,29). Así podemos empezamos la interacción entre el Salmo 2,7 y Hechos 13,32-37 pues nos brinda una profundidad exegética fascinante que ilumina el significado trascendental de la resurrección de Jesucristo. 

Por un lado tenemos el Salmo 2, donde se dibuja el ungimiento de un rey mesiánico, es decir, destinado a reinar sobre las naciones. En este contexto, el versículo 7 dice: Voy a proclamar el decreto del Señor; él me ha dicho: ‘Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy’”. La coronación y unción de un rey en Israel era un evento solemne y significativo, pues establecía el reconocimiento divino de su investidura, y por tanto de su autoridad. 

En el Salmo 2 están presentes dos grandes promesas mesiánicas: el reinado universal y la filiación divina que lo sustenta. Estas promesas aunque se referirán a la dinastía de David, sólo alcanzarán su cumplimiento en Jesucristo. 

Así lo entienden Pablo y Bernabé, que en su predicación en Antioquía, según Hechos 13,32-37, vinculan el Salmo 2 con Jesucristo y su resurrección: “Os anunciamos la Buena Noticia de que la promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos la ha cumplido a nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús. Así está escrito en el salmo segundo: “Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy”.  Y que lo resucitó de la muerte para nunca volver a la corrupción, lo tiene expresado así: “Os cumpliré las promesas santas y seguras hechas a David” [Is 55,3]. Por eso dice en otro lugar: “No dejarás que tu santo experimente la corrupción” [Sal 16,10] David … experimentó la corrupción. En cambio, aquel a quien Dios resucitó no experimentó la corrupción.. Argumentan que la resurrección de Jesús representa el cumplimiento de esas promesas (Hech 13,36-37). En efecto, Dios, al resucitar a Jesús de entre los muertos, cumple las promesas hechas a David  de darle un trono para siempre. Y por eso al cumplirse en Jesús estas promesas, él es el verdadero heredero del trono de David; y él es el verdadero Rey, Hijo de Dios, del salmo 2.

Las promesas divinas de otorgar un linaje perpetuo al rey David las encontramos en muchos lugares del A.T. Así por ejemplo, en 2 Sam 7, 12-13, cuando Dios le dice a David a través del profeta Natán: “Cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, yo suscitaré descendencia tuya después de ti. Al que salga de tus entrañas le afirmaré su reino. Será él quien construya una casa a mi nombre y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre”.  También en 1 Cr 17, 11-14, donde Dios reafirma su promesa a David: “Y cuando llegue el momento de irte con tus antepasados, suscitaré a un descendiente … y yo consolidaré su trono para siempre … Lo confirmaré para siempre en mi casa y en mi reino, y su trono estará firme eternamente. Y en Is 9,6-7, pasaje profético sobre el Mesías que nacerá y cuyo reino se establecerá sobre el trono de David, y será sostenido con justicia y rectitud desde entonces y para siempre.

Esta misma idea está presente en Mt 1,1, que comienza con la genealogía de Jesucristo, para presentar a Jesús como descendiente de David y en Lc 1, 32-33, cuando el ángel Gabriel anuncia a María que su hijo, Jesús, será llamado Hijo del Altísimo y recibirá el trono de David, su padre, y cuyo reinado será eterno y no tendrá fin.

En resumen, la promesa de un trono perpetuo para David se cumple en Jesucristo, quien es el verdadero Rey mesiánico y el heredero legítimo del trono davídico. Su reinado trasciende el tiempo y su autoridad es divina.

Desde una perspectiva exegética, este modo de relacionar los textos, revela que la resurrección de Jesús no es solamente un evento único, sino que está arraigada en las promesas y profecías del Antiguo Testamento. Al ser Jesús identificado como el auténtico rey mesiánico, el Hijo de Dios, su resurrección corrobora su autoridad divina y su papel como redentor y salvador del mundo. La resurrección al dar cumplimiento a las promesas hechas a Israel, establece una nueva y eterna alianza para toda la humanidad. Así comprobamos como la resurrección de Jesús es un evento que conecta el Antiguo y el Nuevo Testamento, revelando la fidelidad de Dios y su plan redentor para la humanidad.

Fuentes:

  • El trono de David
  • Comentarios de la Biblia de Jerusalén
  • Comentario Bíblico «San Jerónimo», ediciones Cristiandad

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