Διαθήκη (diathēkē): pacto, testamento

En esta ocasión nos centraremos en el estudio del sustantivo διαθήκη (diathēkē), que aparece en el Nuevo Testamento 33 veces y en 6 formas únicas: 1) διαθῆκαι — 2x; 2) διαθήκη — 7x; 3) διαθήκῃ — 2x; 4) διαθήκην — 5x; 5) διαθήκης — 16x y 6) διαθηκῶν — 1x.

El sustantivo griego διαθήκη (diathēkē) posee un rico significado que abarca diversos matices. En el Nuevo Testamento, se utiliza principalmente con tres acepciones:

  1. Regulación, decisión o disposición: Esta acepción se observa en Gálatas 3,15  (διαθήκην), donde no se refiere explícitamente a un testamento, sino a una «regulación o decisión ratificada por una persona».
  2. Testamento: Este significado es evidente en Hebreos 9,16 (διαθήκη), donde se compara el pacto con un testamento que entra en vigor tras la muerte del testador.
  3. Pacto: El pacto bíblico, como en Hebreos 9,15-22  (διαθήκης), se asemeja a un testamento en el sentido de ser una disposición establecida por Dios y ratificada mediante el sacrificio de sangre.

La Septuaginta, la traducción griega del Antiguo Testamento, optó por διαθήκη para traducir el término hebreo berit (pacto). Esta elección se debe a:

  • Para evitar la connotación de «juntos»: El término συνθήκη (sunthēkē), que significa «acuerdo», habría enfatizado demasiado la igualdad entre las partes, mientras que διαθήκη resalta la iniciativa unilateral de Dios.
  • Para destacar la relación «con otro»: El prefijo dia- en διαθήκη indica una relación entre dos partes, destacándose más que el pacto es un acuerdo entre Dios y la humanidad, no entre dos entidades equivalentes; y cuya iniciativa, además, partió de Dios.

Διαθήκη deriva del verbo διατίθημι (dia-tithēmi), que significa «organizar, legar, dejar por testamento» entre otras acepciones. En la traducción latina de la Biblia, la Vulgata, se tradujo como testamentum, dando origen al término «testamento» en español.


La palabra διαθήκη (diathékē) en el Nuevo Testamento está intrínsecamente ligada a la obra redentora de Jesucristo. En la Última Cena, Jesús instituyó la Eucaristía, refiriéndose a su sangre como parte de la nueva alianza: “Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre” (Lucas 22,20). La Carta a los Hebreos resalta que Jesús es el sacerdote (mediador) de esta alianza superior a la antigua. Su sacrificio cumple el antiguo pacto y crea una comunidad universal en Cristo. Pero veamos todo esto con más detalle.

En efecto, la Carta a los Hebreos establece un vínculo entre sacerdocio y alianza. Se trata de una idea innovadora. A diferencia del Antiguo Testamento, donde esta relación no era explícita, aquí se establece un lazo indisoluble entre el sacerdocio de Cristo y la Nueva Alianza. De hecho, se le llama a Cristo mediador de la Nueva Alianza(Hebreos 9,15), y es, precisamente en este contexto, que asume su papel de Sumo Sacerdote.

Para fundamentar esta afirmación, el autor recurre al oráculo de Jeremías (Jeremías 31,31-34; Hebreos 8,8-12), la cita más extensa del Antiguo Testamento en el Nuevo. A diferencia de otras promesas del Antiguo Testamento, que a menudo incluían prosperidad material (abundancia de trigo, ganado, etc.), el oráculo de la Nueva Alianza se centra en un aspecto único: la relación íntima con Dios:

En esta promesa espléndida se resalta la iniciativa unilateral de Dios. No se trata de un acuerdo bilateral, ni de una promesa de ayuda mutua, sino de un acto de generosidad divina sin condiciones. Dios, en su infinita misericordia, va a establecer una nueva alianza, una relación más profunda e inquebrantable con su pueblo.

Pero ¿por qué esta nueva iniciativa de Dios? El oráculo de Jeremías nos revela la razón detrás de la nueva iniciativa de Dios: “pues quebrantaron mi alianza; fue por la infidelidad del pueblo de Israel a la Alianza del Éxodo.

  • Una Alianza rota. En el Éxodo, Dios liberó a Israel de la esclavitud en Egipto, los condujo por el desierto y estableció una Alianza con ellos en el monte Sinaí. Esta Alianza, un bello proyecto de amor (mi especial tesoro entre todos los pueblos)” (Éxodo 19,5-6), prometía una relación profunda y transformadora entre Dios y su pueblo. La sangre de animales simbolizaba la unión vital entre ambas partes (Éxodo 24,4-8). Sin embargo, poco después, el pueblo quebró la Alianza con el episodio del becerro de oro (Éxodo 32). Esta ruptura se repitió a lo largo de la historia de Israel, especialmente durante el tiempo de Jeremías (2 Crónicas 36,15-16).
  • Las consecuencias de la infidelidad del pueblo fueron terribles: el ejército babilónico asedió Jerusalén, destruyó el templo y deportó al pueblo al exilio (2 Reyes 25). 

Pero, precisamente en medio de toda esta tragedia, Dios envió a Jeremías con una nueva iniciativa: la promesa de una Nueva Alianza. Esta no era una simple renovación (Éxodo 34), sino una Alianza completamente nueva y diferente a la anterior: 

  • Nueva: “Ya llegan días —oráculo del Señor— en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva”.
  • Y también será diferente: «No será una alianza como la que hice con sus padres”. Diferente por su eficacia, pues mientras la primera Alianza se mostró ineficaz e incapaz de evitar la ruptura del pueblo con Dios, la Nueva Alianza promete ser más profunda y transformadora. 

De tal modo que el autor de la Carta a los Hebreos concluye: «Diciendo Alianza nueva, Dios ha declarado antigua la primera, y esto que se hace antiguo y envejecido está próximo a desaparecer» (Hebreos 8,13).

¿En qué consiste esta novedad de la Nueva Alianza? La novedad de la Nueva Alianza consiste en un corazón nuevo y una nueva relación con Dios. En efecto, a diferencia de la Antigua Alianza, esta nueva alianza se caracteriza por cuatro aspectos fundamentales:

  • 1. Interioridad: La ley de Dios estará escrita en el corazón del pueblo, no en tablas de piedra. Esto significa una transformación interior, donde las personas son capaces de cumplir la voluntad de Dios por amor y no por obligación.
  • 2. Reciprocidad: Dios será verdaderamente el Dios del pueblo y el pueblo será verdaderamente su pueblo. Se establece una mutua pertenencia y una relación profunda e íntima.
  • 3. Personalidad: La Alianza no será una institución colectiva, sino una relación personal entre cada individuo y Dios. Cada persona tendrá una conexión única y directa con Dios.
  • 4. Perdón: Dios perdonará completamente los pecados del pueblo, abriendo el camino a una nueva relación basada en la misericordia y el amor. Este perdón es una maravillosa manifestación de la generosidad divina.

Pero si vamos al núcleo del asunto, descubrimos que los cuatro aspectos novedosos de la nueva alianza se fundamentan en esta promesa central: “Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones”. En efecto, Dios pondrá su ley en el corazón del pueblo. Lo cual permitirá una relación auténtica y personal con Dios, donde su ley es luz, guía interior; y donde su amor se experimenta vitalmente.

Pues bien, teniendo todo esto en cuenta, resulta que la institución de la Eucaristía es la expresión perfecta y definitiva de la Nueva Alianza. En efecto, el oráculo de Jeremías abría perspectivas maravillosas, pero no explicaba de qué modo podría realizarse esta extraordinaria promesa de Dios. Nos lo revela, sin embargo, Jesús en la Última Cena, cuando al tomar el cáliz, dice: «Esto es la sangre de mi Alianza» (Mateo 26,28; Marcos 14,28). La Nueva Alianza debía estar fundada en la sangre, como la primera Alianza; no en la sangre de animales, sino en la sangre de Cristo, una sangre «derramada por muchos para remisión de los pecados» (Marcos 26,28), cumpliéndose así la promesa de la Nueva Alianza: «cuando perdone su culpa y no recuerde ya sus pecados» (Jeremías 31,34).

El oráculo de Jeremías nos invita a meditar sobre la grandeza de la Nueva Alianza y a acogerla con fe y gratitud. Esta alianza nos ofrece la oportunidad de transformar nuestra relación con Dios, basándola en el amor, el perdón y la confianza mutua. Vivimos en este nuevo pacto, pero es necesario tomar conciencia de su significado y renovar nuestro compromiso de amor con Dios y los demás cada día.

Bibliografía

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