“Credos históricos” (Dt 26,5-10 y 6,21-25)

Los últimos compositores del Pentateuco es posible que, además de comenzar su obra hablando de los orígenes (1º bloque), agruparan los restantes bloques narrativos en ese orden, siguiendo una antiquísima tradición que recordaban al presentar las primicias al Señor y recitar la siguiente confesión de fe:

Mi padre era un arameo errante… (2º bloque) que bajó a Egipto y fue a refugiarse allí siendo pocos aún, pero se hizo una nación grande, poderosa y numerosa. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron dura servidumbre. Clamamos entonces al Señor Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz; vio nuestra miseria, nuestras penalidades y nuestra opresión, y el Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y tenso brazo en medio de gran terror, señales prodigios… (3º bloque).

Nos trajo aquí… (4º bloque)... y nos dio esta tierra que mana leche y miel. Y ahora yo traigo las Primicias de los productos que tú, Señor, me has dado” (Dt 26,5‑10).

La escueta noticia acerca del regreso se vería completada con lo que profesaban en otra antiquísima formulación de fe, en la que confesaban el motivo por el que debían cumplir las leyes, y que no era otro que el Señor era quien las había prescrito al conducirlos hacia la tierra en la que habitaban:

Éramos esclavos de Faraón en Egipto, y el Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte. El Señor realizó ante nuestros propios ojos señales y prodigios grandes y terribles en Egipto, contra Faraón y contra toda su casa. Y a nosotros nos sacó de allí… (3º bloque) para conducirnos y entregarnos la tierra que había prometido bajo juramento a nuestros padres. Y el Señor nos ordenó que pusiéramos en práctica todos estos preceptos, temiendo al Señor nuestro Dios para que fuéramos felices siempre y nos permitiera vivir como al presente. (4º bloque)

Tal será nuestra justicia: guardar y poner cabalmente en práctica todos estos mandamientos ante el Señor nuestro Dios, como él nos ha prescrito (Dt 6,21‑25).

Tal vez esa noticia recibida por la tradición fuera la que llevara a insertar la mayor parte del material legal en el conjunto narrativo acerca de la marcha por el desierto. El conjunto de esos cuatro bloques narrativos y legales recogía los fundamentos de la presencia del pueblo de Israel en esa tierra excelente que mana leche y miel, como se recordaba en la oración de presentación de las primicias. Podía servir, por tanto, como un magnifico prólogo para la “Historia deuteronomista” una historia, que ya existía a finales del siglo V a.C., de la presencia de Israel en la tierra de Canaán hasta la cautividad de Babilonia. El prólogo de esa historia, el libro del Deuteronomio, se consideró un magnífico epílogo para esta nueva gran obra literaria que se estaba componiendo bajo la guía del Espíritu Santo y fue desgajado de su antigua situación para ser colocado al final de este nuevo texto. Para situarlo en su posición actual, al final de Pentateuco, sólo debió sufrir pequeños retoques.

 

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