Sentido teológico del libro de Rut y su significación en la fe de la Iglesia

La finalidad principal del autor no era narrar en detalle unos hechos pasados, sino enseñar que el mantenimiento de la propia identidad religiosa y cultural no está reñido con una apertura a otros pueblos y a otras gentes. En una época en la que se estaba levantando en el judaísmo post-exílico de Jerusalén un muro de separación entre judíos y gentiles, llama la atención la benevolencia con la que se trata el matrimonio mixto entre Booz, un judío, con Rut, que es una extranjera. Tampoco se censura a Majlón ni a Quilyón por haberse casado con mujeres del país de Moab. De este modo en la Sagrada Escritura se va insinuando que la salvación de Dios no se limita a su pueblo elegido, sino que tiene una apertura universal; se dirige a todos los hombres y mujeres de todas las razas y pueblos. Dios no rechaza la fidelidad de una extranjera a1 pueblo de Israel, sino que decide introducirla en la línea genealógica del Mesías.

A su vez, todo el libro es un testimonio del cuidado paternal de Dios hacia los hombres. En él no hay relatos de intervenciones divinas espectaculares, pero se observa continuamente cómo Dios está detrás de la aparente normalidad de los acontecimientos, velando con su providencia. Después del sufrimiento por la muerte de los seres queridos, las dos mujeres llegan a Belén precisamente en el tiempo de la siega y Rut tiene la suerte de que el campo al que se dirige a espigar es el de Booz, un pariente de Elimélec, justo cuando llega a Belén. Después, cuando quiere resolver las cuestiones legales necesarias para hacerse cargo de Rut, éste subió a la puerta de la ciudad precisamente en el momento en que pasaba por allí el pariente con el que quería hablar. Como éstos hay tantos detalles aparentemente intrascendentes que no son casualidades sino que dejan entrever a ese Dios que vela por sus criaturas. Todas estas cosas suceden guiadas delicadamente por la providencia de Dios, de modo que parece que acontecen con la naturalidad de las acciones de la vida ordinaria.

El mismo personaje de Rut posee una exquisita sensibilidad religiosa y proporciona un modelo digno de imitación. Rut escogió al Señor como su Dios (1,16), y puso toda su vida “a la sombra de sus alas” (2,12), es decir, bajo su protección. Por fidelidad a Él, dejó su tierra y la casa de sus padres y Dios bendijo con abundancia esa generosidad y esa fidelidad.

El Señor hizo de ella una de las grandes mujeres que protagonizaron la historia de la salvación, como Raquel, Lía o Tamar; de su nieto nacería el rey David y, por eso, alcanzó el honor de que su nombre apareciera en la línea directa de la que habría de nacer Jesucristo (Mt 1,5). La tradición cristiana ha visto reflejados en esta mujer a todos los hombres y mujeres de pueblos muy diversos que al conocer al Señor se incorporan a su Iglesia y encuentran en ella su casa.

En la lectura del libro de Rut cobran particular resonancia las palabras de San Pablo: “vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Col 3,3). Dios está presente en todas las encrucijadas del mundo, actúa con discreción en la vida corriente, y todos los detalles de la existencia tienen un relieve singular cuando, perseverando en la fidelidad al Señor como Rut, se descubren las huellas de su acción en el acontecer diario.

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