Las Bendiciones de Jacob (Gen 49,2-27)

Esta serie de oráculos es antiquísima. La antigüedad de esta composición se deduce no sólo por la lengua, sino también porque Leví aparece en realidad maldito más que bendito, lo cual hace pensar en un tiempo anterior a Moisés y al sacerdocio levítico. Tampoco existe ninguna alusión al reino en la tribu de Benjamín (Saúl) ni a las victorias de la tribu de Isacar (Jue 5,15), ni al cisma de las tribus descendientes de José aquí exaltado a la par con Judá como un héroe militar

Notas exegéticas

El mayor interés está vinculado al oráculo de Judá (vv. 8-12) que es una profecía mesiánica. Pero lo analizaremos en todo su contexto.

49, 1 Llamó Jacob a sus hijos y dijo: «Reuníos, que yo os muestre lo que os sucederá al cabo de los días.

2 Apiñaos y oíd, hijos de Jacob,

oíd a Israel vuestro padre.

3 Rubén, mi primogénito tú,

mi vigor, la primicia de mi virilidad,

exceso de pasión, exceso de ímpetu:

4 hierves como agua, ¡no te desbordes!,

porque subiste al lecho de tu padre,

violando mi tálamo indignamente.

Es clara la alusión a Gen 35,22; el destino de la tribu consistirá en no tener jamás la preeminencia a la que debería haber tenido derecho por razón de la primogenitura.

5 Simeón y Leví, hermanos;

instrumento de violencia sus espadas.

6 En su concejo no entres, alma mía,

a su asamblea no te unas, honra mía,

porque enojados mataban hombres,

y por gusto desjarretaban toros.

7 ¡Maldito su enojo, tan violento,

y su cólera, tan dura!

Los repartiré por Jacob

y los dispersaré por Israel.

Se alude al hecho de la matanza de los siquemitas (Gen 34,25) que es duramente desaprobada por Jacob. Se les achaca una violencia desmedida. Como castigo estas dos tribus no tendrán un territorio continuo: Simeón estaba diseminado en el territorio de Judá y Leví, rehabilitado tras el hecho de Ex 32,26-29 (el celo levita), tuvo ciudades  y posesiones solamente en territorio de las otras tribus (Jos 21,1-40).

El vaticinio sobre la tribu de Judá lo analizaremos con más detalle por contener un oráculo mesiánico. Lo podemos dividir en cuatro partes:

  • Primacía de la tribu de Judá

8 A ti, Judá, te alaben tus hermanos;

tu mano en la cerviz de tus enemigos:

¡inclínense ante ti los hijos de tu padre!

  • La fuerza guerrera de la tribu

9 Cachorro de león, Judá;

de la caza, hijo mío, vuelves;

se agacha, se echa cual león

o cual leona, ¿quién le va a desafiar?

Esta imagen del león es tomada por el Apoc 5,5 que la aplica al Mesías descendiente de Judá: El león de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido…

  • La duración de la primacía de Judá

10 No se irá cetro de mano de Judá,

bastón de mando de entre sus piernas,

hasta que venga el que le pertenece,

y al que harán homenaje los pueblos.

El sentido mesiánico de este pasaje es reconocido tanto por la tradición hebrea como por la cristiana. Para demostrar la existencia de este sentido conviene enmarcar el oráculo en su sentido remoto: es el último anillo de la cadena de oráculos que desde el protoevangelio y luego desde las promesas de Abrahán recorre todo el Génesis. En todos ellos aparece la nota de la universalidad: los pueblos (todos) obedecerán a aquel a quien pertenece el cetro de la tribu de Judá.

El mesianismo de este oráculo irá puntualizándose en las palabras de Natán a David de las que se deduce que el Mesías habría de descender de David y dar estabilidad eterna al trono davídico. El cumplimiento de indica en las palabras del ángel a María (Lc 1,32ss)

  • La prosperidad del reino mesiánico

11 El que ata a la vid su borrico

y a la cepa el pollino de su asna;

el que lava en vino su túnica

y en sangre de uvas su sayo;

12 el de ojos rubicundos por el vino,

y blanquean sus dientes más que leche.

Estas frases parecen referirse más que a Judá a aquel al que pertenece el cetro del versículo anterior (al Mesías). Se trata de una hipérbole, si quiere atar su borrico n encuentra más palo que plantas valiosas, si quiere lavar el vestido no encuentra otra cosa que vino… se describe la riqueza y la prosperidad de los tiempos mesiánicos; no debe entenderse estas descripciones solo en sentido material.

13 Zabulón a la ribera del mar habita,

a la ribera de barcos,

a horcajadas sobre Sidón.

La posición marítima de la tribu de Zabulón no consta en Jos 19,10-16: los límites de las tribus debieron cambiar con el tiempo.

14 Isacar, asno robusto

echado entre las angarillas.

15 Aunque ve que el reposo es bueno

y que la tierra es grata,

apresta su lomo a la carga

y acaba sometiéndose al trabajo.

Tengamos en cuenta que el asno es un animal utilísimo y respetado en oriente. Se quiere decir aquí que se dedicó totalmente a los pesados trabajos de la agricultura. Se encontraba en la llanura fértil de Esdrelón.

16 Dan juzgará a su pueblo

como una de las tribus de Israel.

17 Será Dan culebra en el camino,

víbora en el sendero,

que pica al caballo en los pulpejos

y cae su jinete de espaldas.

Dan, pequeña tribu, una parte de la cual emigró al extremo norte de la tierra prometida (Jue 18,27s) tendrá también su propia personalidad. El carácter de la tribu de Dan que gobernó a israel en la persona de Sansón (Jue 13,2.20) se compara al de la serpiente que vence por medio de las asechanzas y de la astucia.

18 Por tu salvación aguardo, Yahvé.

Exclamación litúrgica que señala más o menos la mitad del poema.


19 A Gad atracadores le atracan,

pero él les atraca por retaguardia.

Gad en la Transjordania era una tribu expuesta a las razias de los amonitas y de los árabes de los que aprendió a hacer con ellos otro tanto.

20 Aser tiene pingüe su pan

y da manjares de rey.

Hace referencia a la proverbial fertilidad del territorio de Aser (Dt 33,24) que se extendía sobre las ricas laderas de olivos del norte del Carmelo (Jos 19,24-31)

21 Neftalí, una cierva suelta

que da cervatillos hermosos.

Parece aludir al espíritu de libertad de la tribu de Neftalí, pero el texto es oscuro. Tal como aquí se traduce se ve en él una alusión al cántico de Debora (Jue 5)

22 Un retoño, José, retoño cabe la fuente,

sus vástagos trepan por el muro.

Hace referencia al poder demográfico de la tribu de Efraín comparada con una vid bien regada que se extiende ramificándose.

23 Le molestan y acribillan,

hostíganle flecheros,

24 mientras sigue firme su arco

y sueltos los músculos de sus manos,

por las manos del Fuerte de Jacob,

por el Nombre del Pastor, la Piedra de Israel,

Se alude a las luchas que sostuvieron las tribus de Efraín y Manases (Cf. Jue 6,3) y a las vistorias que consiguieron gracias a la ayuda divina.

25 por el Dios de tu padre, y él te ayude,

el Dios Sadday, y él te bendiga

con bendiciones del cielo por arriba,

bendiciones del abismo que yace abajo,

bendiciones de ubres y vientre,

Se da un salto poético desde la mención de la protección de Dios hasta la invocación de sus bendiciones. Las bendiciones del cielo son la lluvia y el rocío. Las bendiciones del abismo son las fuentes y los ríos. Las bendiciones relativas a la generación significan la fecundidad de hombres y rebaños.

26 bendiciones de espigas y frutos,

amén de las bendiciones de los montes antiguos,

lo apetecible de los collados eternos:

¡Vengan sobre la cabeza de José,

sobre el vértice del consagrado de sus hermanos!

Parece aludirse a la transmisión de las bendiciones patriarcales. Jacob actúa aquí como heredero de las bendiciones de Abrahán. Si los montes antiguos hacen referencia a los bienes del paraíso (en Ez 28,13s el paraíso es concebido como un monte) entonces Jacob promete unos bienes que sobrepujan sobre los del paraíso. En fin, no está claro a que se refiere.

27 Benjamín, lobo rapaz:

de mañana devora su presa

y a la tarde reparte el despojo.»

Desde la mañana … a la tarde es como decir siempre. Se alude a la manera de ser belicosa de esta tribu, siempre dispuesta a atacar y propensa a los saqueos (Cf. Jue 5,14; 20,21; 25,31)

Para valorar plenamente estos oráculos es útil compararlos con las bendiciones de Moisés en el Dt 33,2-29. En esta aparece el carácter sagrado de la tribu de Leví (33,8-11); Simeón queda prácticamente incluido en la tribu de Judá; la tribu de Judá sorprende su aspecto de apartada en pugna con los enemigos para asegurarse el territorio, muy lejos de la fastuosidad de la era de David; es de advertir en este sentido que también en el cántico de Debora falta toda alusión a la tribu de Judá.

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