Sabiduría del rey Salomón (1 R 3,4-28)


El párrafo se divide claramente en dos partes unidas por el tema dell gobierno: Yahvé concede a Salomón sabiduría en orden al gobierno del pueblo (3,4-15); Salomón demuestra concretamente saber gobernar con divina sabiduría (3,16-28).

El sueño de Gabaón (3,4-15).

3, 4 El rey acudió a Gabaón a ofrecer allí sacrificios, pues era entonces el santuario principal. Salomón ofreció mil holocaustos sobre aquel altar. 5 En Gabaón se apareció Yahvé a Salomón en aquella noche mediante un sueño. Dios dijo: «Pídeme lo que haya de darte.» 6 Salomón respondió: «Has actuado con gran benevolencia hacia tu siervo David, mi padre, porque él caminaba en tu presencia con lealtad, justicia y rectitud de corazón. Has guardado hacia él esta gran benevolencia, concediéndole un hijo que había de sentarse en su trono, como así acaece en este día. 7 Pues bien, Yahvé mi Dios, tú has hecho rey a tu siervo en lugar de David mi padre, pero soy un joven muchacho y no sé por dónde empezar y terminar.» 8 Tu siervo está en medio de tu pueblo, el que tú te elegiste, un pueblo numeroso, que no es posible contar ni calcular. 9 Concede, pues, a tu siervo, un corazón atento para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal. Cierto, ¿quién podrá hacer justicia a este pueblo tuyo tan grande?» 10 Agradó al Señor esta súplica de Salomón. 11 Entonces le dijo Dios: «Por haber pedido esto y no una vida larga o riquezas para ti ni tampoco la vida de tus enemigos, sino inteligencia para atender a la justicia, 12 obraré según tu palabra: te concedo un corazón sabio e inteligente, como no ha habido antes de ti ni surgirá otro igual después de ti. 13 Te concedo también aquello que no has pedido, riquezas y gloria, mayores que las de ningún otro rey mientras vivas. 14 [Si caminas por mis sendas, guardando mis preceptos y mandamientos, como hizo David, tu padre, prolongaré los días de tu vida].» 15 Salomón se despertó: ¡Había sido un sueño! Entonces se levantó y fue a Jerusalén. Puesto en pie ante el arca de la alianza del Señor, ofreció holocaustos y sacrificios de comunión, y dio luego un banquete a todos sus servidores.

En Gabaón (3,4)

Consolidado el poder tras una serie de ejecuciones capitales que, aunque nos repugnen, eran inevitable corolario de las sucesiones dinásticas del mundo oriental, Salomón santifica el comienzo de su reinado con una peregrinación a Gabaón. Allí se encontraba el santuario principal del reino, sabemos por 2 Cr 1,3 que allí estaba la Tienda de la Alianza con el altar de los holocaustos mientras que el arca estaba en Jerusalén bajo otra tienda a la espera del templo. No es de extrañar que Salomón sea el que ofrezca los sacrificios pues el rey como ungido de Yahvé podía hacer algunos actos de culto en ciertas circunstancias de la religión del Estado.

Parece que Salomón hizo lo que se llama «incubación» es decir, la costumbre de pasar la noche en un ambiente sagrado, a fin de tener sueños reveladores. Salomón pretende conocer la voluntad de Dios para orientar toda su vida: la incubación deja de ser un medio adivinatorio para convertirse en instrumento de la más elevada religiosidad, capaz de poner al hombre en un peldaño más elevado de la vida religiosa.

La plegaria de Salomón (3,5-9)

Se comienza la oración evocando los beneficios recibidos de Dios por su misericordia. La iniciativa es siempre de Dios que es el donante por excelencia y se inclina con benevolencia sobre el hombre. Salomón invoca a su padre con el título de siervo, es decir de súbdito de Yahvé: el rey es escogido por Yahvé y puesto al frente de su pueblo; en virtud de esta elección se convierte en siervo de Dios y se compromete a observar la alianza con lealtad, justicia y rectitud de corazón (respuesta adecuada del hombre a la misericordia de Dios), en el fondo de esta oración campea la idea de la benevolencia infinita y permanente de Dios que abarca al padre juntamente con el hijo llamado a sucederle como guía del pueblo. La petición se puede resumir en el término un corazón atento es decir un corazón a la escucha espiritual de cuanto Dios sugiera; el hombre de la Biblia sabe que está llamado a realizar el plan divino, que debe procurar captar sus mandamientos con el corazón, órgano de la inteligencia. Salomón pide a Dios como una inteligencia práctica capaz de elegir en las circunstancias difíciles del gobierno la situación apropiada para el pueblo, pero, sobre todo desde el punto de vista religioso, como medio para responder más fácilmente de manera total a la voluntad de Dios.

La respuesta de Yahvé (3,10-14)

Yahvé responde aprobando plenamente la plegaria. Y deja claro la singularidad por lo desinteresado de la oración de Salomón, pero sobre todo lo que agrada a Dios es el sentido religioso de la petición: la preocupación por el hecho de que la conducta del pueblo se ajuste al plan divino.

De este modo toda la grandeza del reino y sus grandes construcciones, etc. vienen a ser don divino a aquella petición de Salomón y por lo mismo resultará mucho más reprochable su infidelidad final que se tiñe de ingratitud y merecedora de castigo. Estamos ante la visión bíblica de la historia .

La conclusión (3,15)

Al despertar Salomón se dio cuenta de haber recibido una comunicación divina que compendiaba sus años futuros y trazaba las líneas fundamentales de su reinado. Entonces subió a Jerusalén y completo con más sacrificios y un banquete ritual la acción sagrada empezada en Gabaón.

Juicio de Salomón (3,16-28).

16 Por entonces dos mujeres prostitutas fueron a presentarse al rey. Se pararon ante él, 17 y dijo una de ellas: «Por favor, mi señor, yo y esa mujer vivíamos en una misma casa, y di a luz, mientras ella estaba conmigo en la casa. 18 A los tres días de mi parto, parió también la mujer ésa; estábamos juntas, no había nadie más en la casa, sólo nosotras dos. 19 Una noche murió el hijo de la mujer ésa, porque ella había permanecido acostada sobre él. 20 Se levantó durante la noche y, mientras tu servidora dormía, tomó a mi hijo de mi costado y lo acostó en su regazo, y a su hijo, el que estaba muerto, lo acostó en el mío. 21 Al amanecer me levanté para amamantar a mi hijo, y ¡estaba muerto! Pero lo examiné bien a la luz de la mañana y ví que no era mi hijo, el que yo había parido.» 22 La otra mujer repuso: «No, por cierto, mi hijo es el vivo y tu hijo es el muerto.» Pero la otra replicaba: «No, al contrario, tu hijo es el muerto y mi hijo es el vivo.» Y seguían discutiendo ante el rey. 23 Dijo el rey: «Ésa dice: `Éste es mi hijo, el vivo, y tu hijo es el muerto,’ y la otra dice: `No, al contrario, tu hijo es el muerto, y mi hijo es el vivo.’» 24 Entonces ordenó el rey: «Traedme una espada.» Presentaron la espada al rey 25 y éste sentenció: «Cortad al niño vivo en dos partes y dad mitad a una y mitad a otra.» 26 A la mujer de quien era el niño vivo se le conmovieron las entrañas por su hijo y replicó al rey: «Por favor, mi señor, que le den a ella el niño vivo, pero matarlo, ¡no!, ¡no lo matéis!» Mientras, la otra decía: «Ni para mí ni para ti: ¡que lo corten!» 27 Sentenció entonces el rey: «Entregadle a ella el niño vivo, ¡no lo matéis! Ella es su madre.» 28 El juicio pronunciado por el rey llegó a oídos de todo Israel y cobraron respeto al rey, al ver que dentro de él había una sabiduría divina con la que hacer justicia.

El Hecho (3,16-22)

El relato comienza inesperadamente y casi al modo del flash-back cinematográfico, con la presencia de dos mujeres en el tribunal del rey. Es cuestión típica del rey administrar justicia (no sería hasta la reforma de Josafat -Cf. 2 Cr 19,4-11- cuando esta función se delegó a un funcionario real). Las dos mujeres que se acercan son prostitutas y parecen aceptadas socialmente como tales, no estamos ante una sociedad puritana sino más bien de ruda sinceridad en las costumbres. La indecencia femenina fue fruto de la opulencia de la sociedad que se fue formando por impulso y ejemplo del mismo Salomón.

El juicio del rey (3,23-27)

La ausencia de testigos era lo que hacía difícil la cuestión. Se trata de dos mujeres que se desmienten mutuamente y no parece haber más elementos de juicio de sus afirmaciones. La sagacidad de Salomón consiste en considera un elemento presente pero oculto a simple vista: el amor maternal. En efecto el amor hizo que la verdadera madre declarara que prefería ceder el hijo a su rival, con tal de que permaneciera vivo, mientras ésta, con ta reacción cruel de las mujeres frustradas, insistía en que lo descuartizaran.

La conclusión (3,28)

Ante una peculiar manifestación de lo divino el hombre teme, es decir, mide su propia indignidad ante la grandeza de Dios. Con este episodio Israel se dio cuenta de que el rey se encontraba con una sabiduría que no era humana, sino don divino. La promesa de Gabaón empieza a cumplirse.

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