Pentateuco, Profetas y Escritos

En la Torah, según la concepción rabínica, se cuenta sobre todo con el argumento de autoridad: es la palabra de Dios inmutable para todos los tiempos y circunstancias. En los Profetas se contempla la realidad que circunda al escritor y a sus lectores a la luz de la palabra de Dios: se denuncia como un delito religioso el incumplimiento de su mandato e incluso se incluye dentro de esa prohibición la práctica de la idolatría para presentarla como algo aún más aborrecible. En la literatura sapiencial el sabio actúa como un maestro que se sirve de argumentos racionales para transmitir la misma lección.

  • Cuando la Torah dice “haz o no hagas esto”, los Profetas advierten que “lo que estás haciendo ahora está bien o mal hecho” y los sabios persuaden de porqué “vale o no vale la pena hacer tal cosa”.

  • Esta visión judía del conjunto de la Biblia lleva consigo el convencimiento de que en toda ella se contiene la palabra inspirada por Dios, pero de modos distintos. En el Pentateuco se contiene la palabra de Dios estática, formulada por Dios mismo, palabra por palabra, e incluso letra por letra, y por tanto de un modo esencialmente inmutable y permanente por siempre. En los Profetas se contiene una palabra de Dios dinámica, renovada y actualizada de día en día por esos hombres elegidos por él para iluminar con su doctrina las circunstancias siempre cambiantes de la historia. En los Escritos se escucha la voz humana que habla con sentido práctico de las cosas divinas y enseña a presentarlas como hacederas en la vida ordinaria.

Se podría decir que esta división presenta una visión circular de la Escritura, en tres círculos concéntricos. En el centro está la Torah, núcleo dado por Dios mismo tal y como está. Alrededor los Profetas, que interpretan la historia a la luz de la Torah; no aportan nada sustancialmente nuevo al núcleo original sino que expresan el modo en que ese núcleo ha sido llevado a la práctica en cada momento ante los problemas que iban surgiendo. Abarcando todo están los Escritos de los sabios, que reflexionan sobre los problemas cotidianos que afectan al hombre y al pueblo a la luz de la Torah. En cada círculo aparece una dimensión propia: donación, vivencia y reflexión, respectivamente.

En esta concepción rabínica de las Escrituras no cabía esperar ninguna superación: Dios había establecido con su pueblo una Alianza que nunca sería derogada. Lo único que cabría esperar es una vivencia cada vez más plena y radical de lo que ya estaba escrito en la Ley, pues la donación de la Torah a Moisés en el monte Sinaí constituía la plenitud de la manifestación de Dios. Es verdad que se esperaba que en “los últimos tiempos” se cumpliesen las profecías acerca de la venida del Mesías y la instauración del Reino, pero cuando llegase ese momento no desaparecerían la Ley ni las instituciones derivadas de ella. El momento culminante en las relaciones entre Dios y el pueblo no era la venida del Mesías sino la donación de la Ley.

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