Sentido teológico del libro de Ester

En el texto hebreo del libro de Ester nunca se nombra a Dios. Sin embargo, aunque en el sucederse de los acontecimientos parezca que el Señor está ausente, la Providencia divina actúa con discreción cuidando a su pueblo y protegiéndolo de sus enemigos. Lo que acontece podría parecer fruto de la casualidad o del azar; incluso la fecha para el exterminio de los judíos fue fijada echándola a suertes. Pero al ponderar todo el contenido de la narración resulta patente que la mano de Dios ha actuado con gran discreción y eficacia. Ahí es posible encontrar una primera enseñanza. También hoy puede haber muchos hombres que pasen por el mundo y contemplen lo que sucede a su alrededor como si todo aconteciera por casualidad o debido a las fuerzas naturales. Sin embargo, quien contempla los sucesos de cada día con fe y confianza en Dios obtiene una visión más amplia que, a la vez, le reclama un compromiso decidido para colaborar con la acción de Dios y trabajar por la justicia como sucedió a Mardoqueo y Ester.

Los suplementos griegos subrayan de modo explícito que Dios presta atención a las oraciones de su pueblo cuando le exponen sus necesidades, y acude con presteza en su auxilio. Sin embargo, no ahorra a sus fieles el esfuerzo que les corresponde. La fe de Ester y Mardoqueo es una fe vigorosa que no se arredra ante los problemas. Sufren con las dificultades, acuden ante el Señor para poner en él toda su confianza, hacen penitencia y rezan intensamente. Pero a la vez actúan con sentido de responsabilidad y ponen en juego su capacidad de iniciativa. No dejan de discurrir y buscar el modo de influir positivamente en favor de su pueblo para conjurar el peligro que se cernía sobre ellos. La confianza en Dios no es un refugio para una actitud cobarde, sino valentía para tomar decisiones comprometedoras.

El conflicto entre los judíos y sus enemigos tiene su origen en la singularidad de este pueblo, que no quiso plegarse a las exigencias de las naciones entre las que vivía cuando le reclamaban algo que sólo Dios merece. Todo el libro es una llamada a la valentía y a la confianza en el Señor para no dejarse arrastrar por el ambiente y a permanecer fieles a Dios sin miedo a las dificultades. El que se mantiene leal a su fe, a pesar de su debilidad y aparente impotencia ante los poderes de este mundo, finalmente triunfará. Todo el relato introduce al lector en la experiencia de la tribulación y tristeza que producen la opresión y la persecución, pero a la vez es un canto de esperanza en Dios que nunca se desentiende de los que confían en Él y, a la larga, no permite que triunfe la injusticia. También presenta unos modelos excelentes de personas, Ester y Mardoqueo, que no se acobardan ante las dificultades, sino que con mucha fe en Dios y con el apoyo de la oración y la penitencia saben afrontar con entereza las situaciones comprometidas. A pesar de los brotes de antisemitismo que no han faltado a lo largo de muchos siglos de historia, este libro sagrado mantiene viva la esperanza de que Dios nunca abandonará a los miembros del pueblo elegido. San Pablo explicará que esto es así porque “de ellos es la adopción filial la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas y los Patriarcas” (Rm 9,4‑5a), y “en cuanto a la elección son amados en atención a sus padres, pues los dones y la vocación de Dios son irrevocables” (Rm 11,28b‑29). El ideal de persona fiel a Dios está reflejado en los dos protagonistas de la historia, Ester y Mardoqueo, que no se acobardan ante las dificultades, sino que con mucha fe en Dios y con el apoyo de la oración y la penitencia saben afrontar con entereza las situaciones comprometidas.

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