Cronología de los reyes del Reino del Norte


Cronología de los reyes del Reino del Norte

Jeroboam

933-911

Jehú

841-814

Nadab

911-910

Joacaz

814-798

Basá

910-887

Joás

805-789

Elá

887

Jeroboán II

789-748

Zimrí

887

Zacarías

747

Tibní

887-882

Salún

747

Omrí

877-875

Menajén

746-737

Ajab

875-853

Pecajías

737-736

Ocozías

852-852

Pécaj

736-732

Jorán

852-841

Oseas

731-722

Al morir Jeroboam le sucedió su hijo Nadab (1 R 15, 25), pero fue asesinado a los dos años. Su asesino, Bashá, reinó en Tirsá del 910 al 887 a.C. A éste le sucedió su hijo Elá, que reinó dos años hasta que el jefe de media división de carros, llamado Zimrí, lo asesinó junto con toda su familia mientras se emborrachaba en casa de su mayordomo, y se apoderó del trono (1 R 16,9‑10). Pero la mayor parte del ejército no lo reconoció y nombró rey a Omrí. Lo primero que éste hizo fue asediar a Zimrí en su palacio. Este, al verse perdido, prendió fuego al palacio y murió (1 R 16,18). Con Omrí se inició una dinastía y una nueva época de esplendor en el reino del Norte. Fundó una nueva capital, Samaria, en un terreno que él había comprado con su propio dinero, para que no fuera reclamada por ninguna de las tribus, puesto que era neutral (cf 2 R 16,24). En las excavaciones de la antigua capital, Tirsá, se puede ver que esa ciudad fue abandonada sin ser destruida, y que incluso se dejaron edificios a medio hacer. Desarrolló la agricultura y ganadería, así como las relaciones comerciales con las ciudades fenicias de la costa. Amplió sus territorios y sometió a Moab a vasallaje. Casó a su hijo Ajab con Jezabel, hija de un sacerdote fenicio, que gobernaba en Sidón. Su hijo y sucesor Ajab (875‑853 a. C.) logró mantener el esplendor político y económico. Casó a su hija Atalía con el rey Joram de Jerusalén, asegurando una época de paz con sus vecinos (1 R 2, 45). Participó, aportando un gran ejército, en una liga antiasiria promovida por el rey de Damasco que participó en la batalla de Qarqar (853 a.C.). De esta batalla se habla en el prisma de Salmanasar III en los siguientes términos: “Partí de Alepo y me acerqué a las dos ciudades de Irhulemi de Hammat. Partí luego de Argana y me acerqué a Qarqar. Destruí, derribé en incendié Qarqar, su residencia real. Trajo en su ayuda mil doscientos carros de guerra, mil doscientos jinetes y veinte mil soldados de Adadidri de Damasco; setecientos carros, setecientos jinetes, diez mil soldados de Irhulemi de Hammat; dos mil carros, diez mil soldados de Ajab de Israel; quinientos soldados de Que, mil soldados de Musri …; en total, doce reyes que se habia levantado contra mi para darme una batalla decisiva…; y los derroté entre las ciudades de Qarcar y Gilzán”. (ANET, 278‑279; SAO, 224‑225). A pesar del triunfalismo de la narración, parece que de hecho la batalla terminó en tablas. Desarrolló Ajab una gran labor constructora en Samaría, donde se han descubierto sus defensas y su palacio, así como importantes sistemas defensivos y de conducción de aguas en Jasor y Megiddoh. Había un gran lujo en su corte como lo atestiguan los espléndidos marfiles que se han encontrado. Sin embargo en su época creció la corrupción moral y la idolatria. Frente a él, el profeta Elías predicó incansablemente la fidelidad a Dios (1 R 17‑19.21).

Le sucedió en el trono su hijo Ocozías, que reinó un año, y a éste su hermano Joram (852‑841 a.C.). En su tiempo se rebeló Meshah, rey de Moab, según se dice en 2 R 3,1-27, y lo confirma su estela: «Yo soy Meshah, hijo de Kemosh…, rey de Moab, de Dibón: Mi padre reinó treinta años sobre Moab y yo reiné después de mi padre. Yo construí este lugar alto en honor de Kemosh en Qeriho, (lugar alto) de salvación, pues me salvó de todos los reyes y me hizo prevalecer sobre todos mis enemigos. En lo concerniente a Omri, rey de Israel, este oprimió a Moab durante muchos días, pues Kemosh se había enojado contra su país. Le sucedió su hijo (Ajab), y se dijo: ¡Yo oprimiré a Moab! En mis días así habló, pero ya he prevalecido sobre su casa e Israel se ha arruinado para siempre.

En efecto, Omri había ocupado la tierra de Madaba y había habitado durante los días de él la mitad de los días de su hijo; en total, cuarenta años; pero Kemosh moró allí durante mis días. Y yo edifiqué a Baal Meón, haciendo un estanque en ella; y construí Qiryaten. Las gentes de Gad habían residido siempre en la tierra de Atarot, pues el rey de Israel había edificado para si a Atarot.

Pero yo combatí contra la ciudad y la tomé; y maté a toda la gente de la ciudad para saciar a Kemosh y a Moab. De allí yo traje a Ariel, su caudillo, y lo arrastré delante de Qemosh en Qeriyot. Y establecí allí a gentes de Sharon y a gentes de Maharot. Entonces Quemosh me dijo: ¡Ve y toma Nebo de manos de Israel! Yo me fui de noche y combatí contra ella desde el alba al mediodía.

Y la conquisté matando a todos: a siete mil hombres en pleno vigor, y a viejos, y a mujeres en plena juventud, y a las ancianas y a las esclavas, pues la había consagrado como herem a Ashtar‑Qemosh. Y tomé de ellos objetos dedicados a Yahweh y los transporté ante Kemosh. Y el rey de Israel había edificado Yahas; y allí residía cuando luchaba contra mí, pero Qemosh le hizo salir delante de mí.

Yo tomé de Moab doscientos hombres con sus capitanes y los conduje contra Yahas; y la conquisté, anexionándola a Dibón. Yo fui el que edificó a Qeriho, el muro de los bosques y el muro de la fortaleza; yo fui quien construí sus puertas y edifiqué sus torres (..)» (ANET, 320‑21; SAO, 247-249).

Mientras que Joram estaba reponiéndose en su casa de Yizreel de las heridas recibidas de los arameos en el asedio a Ramot Galaad, un general de su ejército, Jehú, fue ungido rey en secreto por un enviado del profeta Eliseo (2 R 9,15). Jehú se presentó en Yizreel, y se encontró que el rey Joram estaba con su sobrino Ocozías, rey de Judá, que había ido a visitarlo. Jehú asesinó a ambos, junto con toda su familia, y después logró la sumisión de la capital, Samaría, y de los funcionarios que trabajaban en ella. Inició una nueva dinastía. En su reinado perdió todas las posesiones en Transjordania (2 R 10,33), y además tuvo que pagar un fuerte tributo a Salmanasar III de Asiria. Así consta en el obelisco de Salmanasar III (840 a.C.): «Tributo de Jehú, hijo de Omrí: yo recibí de él plata, oro, un tazón de oro, un vaso de oro con una basa en punta, vasos de oro, de estaño, el cetro de un rey y purutu (?) de madera» (ANET, 281; SAO, 227). Le sucedió en el trono su hijo Joacaz (814‑803), y durante su reinado fue asediada Samaría por el rey de Damasco (2 R 6,24-7,17; 1 R 20,1‑21).

Su hijo, Joás (803‑787), pidió ayuda a Adadnirani III de Asiria para aligerar la presión aramea (cfr 2 R 13,24‑25;1 R 20,26‑34). En una inscripción del rey asirio descubierta en Kalaj queda constancia del tributo que le pagó el rey de Israel para congraciarse con él. El texto dice así: «Propiedad de Adad- Nirani, gran rey y legitimo rey de las Cuatro Regiones, rey de Asiria… que ha puesto a sus pies a los príncipes del interior de las Cuatro Regiones de la tierra…: Tiro, Sidón, el país de Omrí, Edom, Palestina hasta la playa del gran mar del sol poniente, hice que se sometieran todos a mis pies, con la imposición de un tributo sobre ellos» (ANET, 281; SAO, 227).

Le sucedió Jeroboam II, que reinó cuarenta años, y que aprovechando las luchas internas que en aquel momento mantenían arameos y asirios, restauró el poder de Israel (2 R 14,25); además reactivó el comercio y la economía. Pero la situación moral seguía siendo pésima, y las injusticias de todo tipo aumentaban, como lo muestran las predicaciones de los profetas Amós y Oseas. Con la subida al poder de Teglatfalasar III de Asiria (745‑727 a. C.) el panorama de la zona cambió radicalmente. No se contentaría con tributos esporádicos, sino que si la sumisión de algún pueblo era reticente optaba por la anexión del territorio enemigo: lo convertía en provincia asiria, deportaba a parte de sus habitantes a otros territorios, y repoblaba sus tierras con colonos traídos de otros sitios.

Mientras tanto en Israel, poco después de la muerte de Jeroboam II se había abierto una nueva sucesión de intrigas: su descendiente, Zacarías, fue asesinado a los seis meses. Su asesino y sucesor, Salum, duró un mes en el trono y fue asesinado por Menajem. Este tuvo que pagar tributo a Teglatfalasar III. Hay constancia del pago de este tributo en la documentación asiria: «Recibí tributo de Kushtashpi de Rasín de Damasco, de Menajem, de Samaría, de Hiram de Tiro, de Sibittibili, de Byblos… de Zabibe, la reina de Arabia; a saber. oro, plata, estaño, hierro, pieles de elefantes, marfil, vestidos de lino con franjas multicolores, lana teñida en púrpura, madera de ébano, madera de boj, todo lo que era valioso para su tesoro real; también corderos, cuyos vellos extendidos estaban teñidos de púrpura, y aves salvajes, cuyas alas abiertas estaban teñidas de azul; caballos, mulos, ganado mayor y menor, camellos y camellas con crías» (ANET 282‑283; SAO 228‑229). Al año siguiente le sucedió su hijo Pecajías (737‑735 a.C.), que murió asesinado. Tomó el poder Pecaj, que participó en una liga antiasiria con el rey de Damasco y otros, e intentó incorporar a ella al rey Ajaz de Judá, aunque no lo habría de lograr debido a la intervención del profeta Isaías. Teglatfalasar III les atacó y se apoderó de casi todo el territorio de Israel. Israel sólo pudo mantener el dominio de Samaría. Mientras tanto Elá había asesinado a Pecaj, y a Elá le había sucedido al año siguiente su hijo Oseas, que rindió homenaje al rey asirio. Pero a la muerte de Teglatfalasar III intentó sacudirse el yugo asirio con la ayuda de Egipto (2 R 17,4), y el nuevo rey asirio Salmanasar V puso cerco a Samaría y se apoderó del rey Oseas. Al cabo de tres años, el 722 a.C., se rindió la ciudad. El sucesor de Salmanasar V, Sargón II se encargaría de organizar la deportación.

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