La Revuelta Macabea

Conviene para ello recordar brevemente las conquistas de Alejandro Magno y como a su muerte en el 325 a.C, se divide el imperio griego. De hecho, la helenización de Palestina comenzó bajo el dominio de los Ptolomeos (siglo III a.C..) y sería al final de las “Guerras Sirias” cuando Palestina queda bajo el poder de Antíoco III, un seleúcida.

La actitud de Antíoco III fue conciliadora y favorable para los dos bandos que entonces había entre los judíos: la aristocracia proseleúcida (Tobíadas) y los elementos más conservadores (Oníadas, familia sacerdotal). Dio varios decretos destinados a acelerar la reconstrucción y repoblación de Jerusalén, privilegios a los sacerdotes, escribas y miembros de la gerousía, así como disposiciones para el mantenimiento de la pureza ritual de la ciudad santa y del Templo. Sin embargo los efectos positivos de estas medidas fueron de corta duración debido a los conflictos entre Oníadas y Tobíadas, y a la entrada en acción de Roma, que fue quitando a los seleúcidas parte de su imperio. Las luchas se fueron agravando hasta que Antíoco IV Epífanes (175‑164 a.C.) se hizo con el poder. Durante su reinado el proceso de helenización de Jerusalén llegaría a su apogeo. En el año 171 a.C. fue asesinado Onías III, el último sumo sacerdote sadoquita plenamente legítimo. Los Tobíadas aprovecharon la ocasión para hacerse con el poder en Jerusalén; compraron de Antioco IV el nombramiento de Sumo Sacerdote para uno de sus partidarios (Jasón), intentaron transformar Jerusalén en una polis helenística abandonando la Torah como ley constitucional. También construyeron un gimnasio cerca del Templo (según 2 M 2,12‑15 los sacerdotes preferían participar en las competiciones atléticas antes que dedicarse al servicio del culto), y muchos abandonaron la costumbre de la circuncisión. Ante la sucesión de luchas intestinas en la ciudad, Antíoco envió una expedición de castigo sobre Jerusalén, y dejó instalados en ella a unos colonos militares, cuya presencia transformó Jerusalén en una ciudad de población mixta: judía y gentil. Los decretos de Antíoco III fueron derogados, y la libertad de seguir las “tradiciones ancestrales” fue sustituida por la orden de que “todos formaran un solo pueblo, abandonando cada uno sus tradiciones” (1 M 1,41‑42). Se suprimieron los sacrificios y el culto en el Templo, se construyeron altares paganos en todas las ciudades, se abolió la circuncisión y el descanso sabático, se instauraron los sacrificios de cerdos, etc., y se nombraron inspectores para asegurar el cumplimiento de estas órdenes. Incluso el Templo fue dedicado al “Señor del cielo”, equivalente al Zeus Olímpico de los griegos.

Los decretos de Antíoco IV Epífanes encontraron desde el comienzo una resistencia pasiva entre la mayoría del pueblo, patéticamente expresada en las narraciones del martirio del anciano Eleazar, y de la madre y sus siete hijos (2 M 6,18‑7,42). Pero muy pronto esta resistencia pasiva dio paso a la rebelión armada. Matatías, un sacerdote, y sus cinco hijos, después del incidente de Modin (1 M 2,1‑26) huyeron a los montes y comenzaron una guerrilla cuyos rápidos éxitos haría que se incorporaran a su bando un gran número de judíos descontentos con la nueva situación.

Matatías murió pronto y quedó como jefe militar de la rebelión su hijo Judas, que había recibido el apodo de “Maccabí” (= martillo), nombre que pasó a toda la familia. Después de una serie de victorias, Judas ocuparía con sus tropas Jerusalén, purificaría el Templo y reconstruiría el altar, de modo que el 25 del mes de kisleu del 164 a.C. (tres años después de la profanación) comenzaron de nuevo a ofrecerse sacrificios. Para conmemorar esta Dedicación del Templo se establece la fiesta de la hanukkah. No obstante la lucha continuó. Primero con el triunfo de la insurrección, pero finalmente fueron derrotados y Judas murió. “Después que murió Judas, por todo el territorio israelita asomaron de nuevo los apóstatas y reaparecieron todos los malhechores. El país se pasó a su bando” (1 M 9,23). Algo después un grupo de rebeldes escogió como jefe a Jonatán (161‑143 a.C.), que se encargó de mantener la lucha. Josefo menciona por vez primera a los fariseos, saduceos y esenios en la época de Jonatán, y los presenta como tres grupos puramente religiosos que sólo se diferenciaban entre sí por sus diferentes posiciones frente a problemas como la inmortalidad, la existencia de los ángeles o el valor de la tradición oral; aunque posiblemente tenían también una importante dimensión política. A la muerte de Jonatán el pueblo eligió a su hermano Simón como sucesor, no sólo como jefe militar sino también como Sumo Sacerdote. En el año 141 a.C. consiguió la rendición del último reducto que se le resistía en la fortaleza de Jerusalén, y logró la independencia nacional completa. En el 140 a.C. una asamblea de sacerdotes y pueblo decidió legitimar los poderes de Simón y hacerlos hereditarios (1 M 14,41‑42). Con este acto quedaba instaurada una nueva dinastía, la asmonea, que conservaría el poder político y religioso del país hasta que éste fuera conquistado por Roma. Esta dinastía no era davídica.

En estos videos se exponen algunas ideas sobre la revuelta macabea:

y

2 comentarios sobre “La Revuelta Macabea

  1. La heroicidad presentada por los MACABEOS en la resistencia contra la mas abyecta esclavitud física y espiritual, contempla pasajes de la mas brillante y decidida organización para recuperar su identidad como pueblo eminentemente monoteísta, defensor de sus principios religiosos y sus costumbres raciales, demostrando, eso sí, una decisión indeclinable por alcanzar su independencia.La historia los mantendrá como los inmortales defensores de su fé y su voluntad de mantener su libertad a costa de sus vidas!

Deja un comentario