Juan 1, 1-18: La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.

 Fuente: Extracto del libro Para conocer la Biblia, de Ferran Blasi Birbe, Ediciones Rialp, Madrid 2008, pp 224-227.

Sobre el género literario del prólogo del Evangelio del cuarto Evangelio, se ha dicho que es  como la obertura de una ópera: una síntesis de todo el argumento y un anticipo de los temas más característicos.

No hay duda de que está muy trabajada desde el punto de vista literario: tiene una forma poética que se manifiesta en un cierto ritmo e incluso en  algunas rimas, en la forma cíclica de exponer las ideas, en una simetría en las partes y en el conjunto, y en lo que es muy propio de la poesía hebraica -aquí una composición poética en griego, hecha por un hebreo-: el paralelismo de los miembros que se manifiesta en las repeticiones de conceptos, en las imágenes, en la referencia a las causas o las  consecuencias.

  • Hay paralelismos sinónimos -una sentencia presentada en un miembro se repite con otras palabras en el siguiente (v.3 : todas las cosas han sido hechas por él, y sin él no se ha hecho ni una sola cosa); sintéticos: si se ilustra con una comparación, o se buscan sus causas o sus consecuencias (v. 7; 12) , o se desarrolla (v.4; 9) o se demuestra (vv. 16 y 17); y antitéticos (v.5: el contraste de la luz y las tinieblas).
  • La simetría  se  ve en la correspondencia entre las distintas partes del conjunto: la semejanza de temas entre la primera parte -que trata de la “creación”- y la última, de la “recreación”, y en la correspondencia entre el inicio y  el final, y entre lo que está en segundo lugar y lo penúltimo, y así sucesivamente, hasta llegar al centro, donde se desarrollan los temas que centran el interés  en la venida del Verbo, con el don de la filiación divina, y la afirmación de la Encarnación. Y esto ocurre también con las dos inclusiones del tema de Juan, el Precursor.
  • La forma cíclica se ve en el hecho de que la última palabra de un versículo o estico, pasa a ser la primera del siguiente (vv. 1, 4, 5).
  • Tiene una factura poética, que se manifiesta en el ritmo, con versos de medida variable, pero siempre proporcionados, pero cuya relativa uniformidad facilita la distribución de las palabras en los versículos, como en el caso de los vv. 3 y 4, con “Quod factum est, in illo vita erat”

Algunos temas importantes:

  • La preexistencia del Verbo. Hay que notar que Theós con artículo tiene el sentido de el Padre (18; ver también vv. 14 y 15).
  • La luz (4,5,9) y la vida (4), luz, tanto de la razón, como de la fe, y también de la gloria, y de la vida, tanto de la natural como de la sobrenatural.
  • La superioridad de Cristo sobre Juan: el que no es la luz da testimonio de que el Verbo encarnado es la luz, de que le corresponde ese nombre divino) (6-8) y da otra vez testimonio afirmando la prioridad temporal del que viene detrás de mí, y ha pasado antes de mí, porque era primero que yo(15).

Diversas lecturas posibles del v. 9: luz verdadera (“tò phôs tò alethinòn”) (sujeto de la frase), que viene a este mundo (“erchómenon eis tòn kósmon”) (participio en aposición con la luz), e ilumina (verbo activo) a todo hombre (“ánthropon”) (complemento directo). En la otra: luz … que ilumina a todo hombre que viene (participio en aposición con  todo hombre que viene)  a este mundo.

Distintas acepciones de la palabra “kósmos” (v.10): cosmológico (“el mundo ha sido hecho por él(10); antropológico (en Juan unas veces significa todos los hombres (“y el mundo no le conoció”) (10), y otras, el conjunto de los hombres que rechaza a Dios) (“si el mundo os odia..) (15,18).

Alusión implícita al Bautismo (12-13), y tal vez también de manera indirecta al Espíritu Santo (cfr Jn 3,3-6: nadie que no nazca de lo alto no puede ver el reino de Dios; 3,5: quien no nace del agua y del Espíritu n no puede entrar en el reino del cielo)

La filiación divina: hijos llegar a ser hijos» (“tékna”, niños) “theoû” de Dios(12); (“los cuales  … sino que  nacieron de Dios” (12).

“Y el Verbo se hizo carne” (sàrcs egeneto) (14). La carne no es sólo el cuerpo, y menos el cuerpo muerto, sino el hombre entero, cuerpo y alma (cfr Jn 3,6: lo que ha nacido de la carne, es carne y lo que ha nacido del Espíritu es espíritu; 17,2:  Y que según el poder que las dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tu le has dado; Gn 6,3: dijo pues Yahweh: no permanecerá mi espíritu en el hombre para siempre, porque es pura carne)

Y habitó entre nosotros: (“eskénosen en hemyn”: plantó su tienda entre nosotros (14).  Cfr Jn 7,2: “He heortè tôn Ioudaíon he skenopegía”, la fiesta de los tabernáculos.

“Y vimos su gloria, gloria como del Unigénito del Padre” (v.14). Alusión a la gloria  (tèn dóxan), que es una manifestación de la divinidad, de la que se habla con frecuencia  en el A.T.. Juan ha sido testigo de la que se ha hecho patente en Jesucristo en el bautismo, (Jn 1,32-34 (cfr Mt 3,13-17) en la transfiguración (Mt 17,1-13), en la resurrección (Jn 20,19-29). Se podría recordar  también el canto de los ángeles en el nacimiento: “gloria in altissimis Deo” (Lc 2,14). A lo largo del Evangelio se habla con frecuencia de su gloria, y de que es glorificado: Jesús en Caná  manifestó su gloria(Jn 2,11). Es mi Padre quien me glorifica (Jn 8,54). Y él pide la gloria de su Padre: «glorifica tu nombre. Y vino una voz del cielo: ya lo he glorificado  y de nuevo lo glorificaré” (Jn 12, 28). “Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es  glorificado en él” (Jn 13,32). La idea también se aplica a la cruz, (cf más abajo, Cf 13,31).

“Lleno de gracia y verdad. Probablemente adaptación de “eset we emet” (misericordia y fidelidad), y ya se apunta una evolución del sentido de esas palabras para significar la gracia como entidad sobrenatural o ayuda de Dios, y verdad, como contenido intelectual  de la fe.

Y gracia por gracia (16). Puede significar una sobreabundancia de dones; o una sustitución de la economía salvífica del Antiguo Testamento por la del Nuevo.

La superioridad de Jesucristo sobre Moisés (17): la gracia y la verdad, en cualquiera de los sentidos indicados, que son valores llamados a ser permanentes -atributos de Dios, de los cuales el hombre puede participar- que son más importantes que la Ley, que fue, de hecho, transitoria.

Cfr: Evangelio de san Juan

Cfr. Prólogo de san Juan

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