«Prohibido robar cadáveres»

Prohibido robar cadaveres

Nazaret, 1878, en un edificio cercano a la iglesia de Nazaret, unos cansados excavadores dan con una piedra grande y plana de marcos, en la que parece haber una inscripción, la dejan al lado y siguen picando. Un año más tarde, 1879, la piedra se encuentra en el Cabinet des Médailles de París formando parte de la colección Froehner una losa de piedra de mármol con una inscripción del siglo I d.C., donde se lee en su encabezamiento las palabras griegas «Diátagma Kaísaros» (Decreto del César, es decir, ordenanza imperial), muy probablemente se trata de Claudio. «Se trata de una losa de mármol de 60 centímetros de largo por 37,5 de ancho, sobre la que hay 22 líneas escritas en griego. Nadie se ocupó de estudiarla hasta medio siglo más tarde, cuando Franz Cumont reparó en ella, analizó el tipo de letra y prestó atención a su contenido.” (F. Varo). La primera persona que mostró interés por la pieza fue M. Rostovtzeff, no se le escapó las posibles connotaciones religiosas y, casi medio siglo después, llamó la atención de F. Cumont, que estudió la pieza arqueológica y procedió a publicar su texto en 1930. El texto dice así:

«Ordenanza imperial. Sabido es que los sepulcros y las tumbas, que han sido hechos en consideración a la religión de los antepasados, o de los hijos, o de los parientes, deben permanecer inmutables a perpetuidad. Si, pues, alguno es convicto de haberlos destruido, de haber, no importa de qué manera, exhumado cadáveres enterrados, o de haber, con mala intención, transportado el cuerpo a otros lugares, haciendo injuria a los muertos, o de haber quitado las inscripciones o las piedras de la tumba, ordeno que ése sea llevado a juicio, como si quien se dirige contra la religiosidad de los hombres lo hiciera contra los mismos dioses. 

 Así, pues, lo primero es preciso honrar a los muertos. Que no sea en absoluto a nadie permitido cambiarlos de sitio, si no quiere el convicto por violación de sepultura sufrir la pena capital.» [1]

«¿Por qué se puso en una aldea como Nazaret, donde antes nunca había pasado nada importante, una advertencia imperial tan solemne? Todo hace pensar que la autoridad provincial relacionaba ese revuelo del cadáver robado con alguien de allí, y quiso advertir por ese procedimiento de que estaba dispuesta a tomar cartas en el asunto. En realidad, los comentarios eran sobre quién y cómo lo habrían robado, e incluso si había sido robado. Lo que nadie dudaba es que aquel cadáver ya no estaba donde lo dejaron. Había desaparecido. ¿Quién pudo ser ese personaje de una aldea perdida en Galilea, cuya sepultura había traído tales quebraderos de cabeza a los funcionarios del imperio? En el siglo I Nazaret era un poblado aislado en una ladera, lejos de las grandes vías de comunicación que cruzaban Galilea. Sus habitantes, varios centenares, vivían sobre todo de la agricultura y habitaban en unas cuevas naturales o excavadas en roca caliza, y ampliadas con una superficie explanada por delante, con paredes de adobe y una cubierta elemental. El único vecino de esa población que es notorio en la literatura antigua se llamaba Jesús. Fue condenado a muerte por el pretor romano Poncio Pilato, y crucificad.

Hacia la mitad del siglo II, un escritor cristiano de Palestina llamado Justino habla de la existencia de unas Actas de Pilato, y afirma que él mismo las había consultado personalmente. Poco después, sobre el año 200, Tertuliano dice que hubo un informe de Pilato al emperador Tiberio acerca de lo relacionado con la ejecución de Jesús. No se conservan esos textos, pero estas menciones antiguas a este documento excitaron la imaginación de unos escritores cristianos que en los siglos posteriores redactaron unos textos apócrifos a los que titularon Actas de Pilato [2]. Sin embargo, ese informe original de Pilato, que se ha perdido, puede explicar muy bien cómo llegó hasta Tiberio una consulta cuya respuesta fue publicada en la inscripción de Nazaret [3].” (Francisco Varo. “Rabí Jesús de Nazaret”).

  • [1] Para más información sobre esa inscripción véase F. M. ABEL, «Un rescripte impérial sur la violation de sépulture et le tombeau trouvé vide», a.c., 567-571. En ese artículo se puede ver una reproducción fotográfica de la losa.
  • [2] Las referencias a las Actas de Pilato y a su trasmisión pueden contrastarse con más extensión en el libro de M. PLAULT, Affaire Jésus. Rapports de Ponce-Pilate, préfet de Judée, à la chancellerie romaine (Calmann-Lévy, París 1965).
  • [3] Para más detalles relativos a la valoración de la inscripción griega de Nazaret y la discusión de las consecuencias que se pueden deducir de ella véase J. GONZÁLEZ ECHEGARAY, Arqueología…, o.c., 246-253.

Aunque se aparte un poco de la temática de la entrada, nos planteamos ahora acerca del riesgo que supondría hablar de la resurrección de Jesús para los discípulos, pues fácilmente recaería la sospecha de que ellos habían robado el cuerpo de Jesús (bajo el bulo de que habría resucitado). Se trataba, pues, de algo arriesgado, gravemente impío y castigado con la muerte. Sin embargo pocos días después, el día de Pentecostés, según refieren los Hechos de los Apóstoles, lo que Pedro afirma de Jesús es precisamente eso: «Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte», y en consecuencia concluye: «Sepa con seguridad toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús, a quien vosotros crucificasteis» (Hch 2,36). Pedro no solo habla de la resurrección, sino que la une con toda certeza al título de Mesías.

Nos planteamos, ahora, esta otra pregunta: ¿Es el argumento de la resurrección de Jesús el más adecuado y coherente para demostrar a los judíos que Jesús era el Mesías? O dicho más crudamente: ¿entraba dentro de los esquemas mentales o creencias de aquellos judíos, el que los discípulos estuvieran interesados en robar el cuerpo de Jesús, para así poder inventar el bulo de que había resucitado con ese mismo cuerpo, y de este modo demostrar que era el Mesías? Para dar una respuesta adecuada a la pregunta necesitamos saber cuáles eran las creencias de aquellos hombres sobre la vida después de la muerte y sobre el Mesías.

Pues bien, aunque en el mundo griego, se hablaba a veces de vida tras la muerte, podemos afirmar que nunca venía a la mente la idea de resurrección, es decir, de un regreso a la vida corporal en el mundo presente por parte de alguien.

  • Aunque en la obra de Homero se encuentran referencias a una vida tras la muerte, y se presenta el Hades como el domicilio de la muerte, en realidad se trata más bien de un submundo, de un mundo de sombras, de un vago recuerdo de la morada de los vivientes. A Homero parece que nunca se le pasó por la imaginación que en la realidad fuese posible un regreso desde el Hades.
  • Desde una perspectiva diversa, Platón, había especulado acerca de la reencarnación, pero no entraba dentro de su pensamiento una revitalización del propio cuerpo, una vez muerto.

En el judaísmo el sheol del que habla el Antiguo Testamento y otros textos judíos antiguos no es muy distinto del Hades homérico. Allí la gente está como dormida. Pero, a diferencia de la concepción griega, en el sheol había esperanza. Yahvé es el único Dios, tanto de los vivos como de los muertos, con poder tanto en el mundo de arriba como en el sheol. Entraba dentro de lo posible e imaginable un triunfo sobre la muerte. De hecho en la tradición judía, al menos en algunos, existía la creencia en cierta resurrección.

También se espera la llegada del Mesías, pero ambos acontecimientos (resurrección y mesianismo) no estaban relacionados. Para cualquier judío contemporáneo de Jesús se trata, al menos de entrada, de dos cuestiones teológicas que se mueven en ámbitos muy diversos. El Mesías vendría y derrotaría a los enemigos del Señor, y después restablecería en todo su esplendor y pureza el culto del templo, estableciendo su dominio en todo el mundo. Pero no forma parte del pensamiento judío de aquel tiempo que el Mesías resucitará después de su muerte: es algo que no pasaba de ordinario por la imaginación de un judío piadoso e instruido.

Por lo tanto, robar el cuerpo de Jesús para inventar luego el bulo de que había resucitado con ese cuerpo, además de ser algo castigado y prohibido, no servía como argumento para mostrar que era el Mesías, resultaba chocante, incoherente, incluso para un judío piadoso. La única explicación razonable de tales afirmaciones es que los Apóstoles habían contemplado algo que jamás habrían imaginado y que, a pesar de su perplejidad y de las burlas que con razón suponían que iba a suscitar, se veían en el deber de testimoniar. (cfr. Francisco Varo).

5 comentarios sobre “«Prohibido robar cadáveres»

  1. Desde los primeros tiempos era un delito muy penado saquear tumbas, el emperador claudio emitio un decreto prohibiendo saquear tumbas con la pena capital para los que violaran esta orden, tambien lo hacian con el fin de evitar el robo del santo sepulcro.

  2. Muy interesante el post, y me parece esclarecedor, sin embargo sería de agradecer la referencia completa del aparato bibliográfico, ya que es un tema importante para mi tesis, de historia antigua

    1. Está es la fuente: Francisco Varo en su libro “Rabí Jesús de Nazaret”
      En la entrada puedes encontrar tres referencias bibliográficas que el mismo autor indica. Suerte con la tesis!

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