La “Teología de la salvación de la historia”

Acco-sunset,-tb122100212-bibleplaces– La “Teología de la salvación de la historia” es la cuestión que más nos interesa. Es la explicación teológica de cómo Dios ha proyectado “salvar la historia”: es decir, salvar a los hombres y edificar a través de los siglos su «Reino de santidad y de gracia, de verdad y de vida, de justicia, de amor y de paz» (Misal Romano, Solemnidad de Cristo Rey, Prefacio.). Engloba en cierto modo las dos anteriores cuestiones: presupone que sólo la Teología puede desvelar plenamente el sentido de la historia, e implica reconocer que Dios se da a conocer en la historia.

El tema tiene profundas raíces en la tradición espiritual, particularmente en san Gregorio de Nisa.

«El ser y el tiempo son los ejes portantes» de su concepción teológica, «definida por la mutua relación entre “teología”, “economía” e “historia”»: la “teología” o conocimiento y contemplación de Dios en sí mismo; la “economía” o plan salvífico de Dios que revela su vida íntima divina y llama al hombre a participar en ella, en Cristo; y la “historia” o realización de la economía divina en el tiempo por la acción del Espíritu Santo que forma la Iglesia. (cfr. G. MASPERO, ΘΕΟΛΟΓΙΑ –- ΟΙΚΟΝΟΜΙΑ – ΙΣΤΟΡΙΑ: La teologia della storia di Gregorio di Nissa, en “Excerpta e dissertationibus in Sacra Teología”, 45 (2003) 441.)

Dios ha revelado progresivamente su Amor en la historia del Antiguo Testamento y ha culminado esa revelación con la venida de Cristo en la plenitud de los tiempos. Ahora ya no hay que esperar una nueva revelación pública, resta sólo plasmar ese Amor en la historia. En esto se manifiesta más profundamente Dios, porque ha enviado al Espíritu Santo para atraer a todos los hombres a Cristo, con la cooperación del cristiano. La teología de la historia ya «no es sólo teología de la historia de la salvación, sino sobre todo teología de la salvación de la historia».

Coincidente en varios aspectos con la visión de san Gregorio de Nisa y complementaria en otros, es el De civitate Dei de san Agustín. Ambos ejercerán un influjo importante en el pensamiento de santo Tomás de Aquino, para quien la historia es portadora de un plan amoroso de salvación, reflejo de la inmanencia trinitaria, que conduce la historia a su fin trascendente contando con la libertad del hombre.

Cristo salva la historia por medio de los cristianos que cooperan con su acción. Éste es el punto fundamental sobre el que conviene reflexionar. Los actos de Cristo, históricos y trascendentes a la historia, realizan el plan divino de salvación abriendo el tiempo a la eternidad, es decir, dando cauce a la comunicación de la Vida intratrinitaria al hombre y redimiendo así la historia. Por lo que se refiere al cristiano, por su naturaleza espiritual y corporal se encuentra como en el horizonte de la eternidad y del tiempo:

la persona humana «es naturalmente histórica o histórica por naturaleza, no porque su naturaleza cambie sustancialmente con la historia, sino porque posee una naturaleza libre». Sus actos tienen una dimensión vertical, moral, que muestra su «trascendencia en la historicidad». Por eso también los actos del cristiano pueden contribuir a salvar la historia. Si tiene vida sobrenatural y sus actos están realizados “en Cristo”, entonces son en cierto modo actos del mismo Cristo en el “hoy” de la historia.

El cristiano, bajo la acción del Espíritu Santo, ha de mirar las circunstancias en las que vive como el medio en el que debe prolongar la acción de Cristo en la historia, cooperando a salvarla.

Veo todas las incidencias de la vida –las de cada existencia individual y, de alguna manera, las de las grandes encrucijadas de las historia– como otras tantas llamadas que Dios dirige a los hombres, para que se enfrenten con la verdad; y como ocasiones, que se nos ofrecen a los cristianos, para anunciar con nuestras obras y con nuestras palabras ayudados por la gracia, el Espíritu al que pertenecemos. Cada generación de cristianos ha de redimir, ha de santificar su propio tiempo (san Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 132.).

Santificar el propio tiempo” es darle un sentido trascendente, llenarlo de actos de valor intrínseco, emplearlo, en definitiva, para contemplar a Dios. Entonces el cristiano “toca” la eternidad. El conocimiento amoroso del Dios eterno es lo que da pleno sentido a su tiempo, por encima de su relación con las cosas creadas.

Se comprende entonces que salvar la historia incluya, para él, buscar el perfeccionamiento del mundo, el progreso temporal, como parte importante del bien común que el cristiano ha de buscar. Desde luego, no consiste la salvación de la historia en el progreso temporal. Es preciso distinguir bien las dos cuestiones. El Concilio Vaticano II indica en la Gaudium et spes algunos puntos básicos de la doctrina católica sobre el sentido del progreso humano para la salvación de la historia.

«La espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, sin embargo, el primero, en la medida en que pueda contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, es de gran importancia para el reino de Dios»( Gaudium et spes, n. 39. Y «Los cristianos deben distinguir entre el crecimiento del Reino de Dios y el progreso de la cultura y la promoción de la sociedad en las que están implicados. Esta distinción no es una separación» en CCE, n. 2820).

El progreso humano objetivamente logrado no ha de confundirse con el Reino de Dios. Dicho de otro modo: elemento esencial de la santificación en medio del mundo es la búsqueda del progreso humano, al que las actividades temporales tienden por naturaleza, no su efectiva consecución, porque es el acto humano lo que cuenta para la santificación. El hombre puede amar y cumplir la Voluntad de Dios aun cuando no consiga lo que pretende o cuando fracase humanamente. No es un “mejor estado de cosas” en el mundo, sino un “mejor estado de los corazones” aquello en lo que consiste esencialmente el Reino de Dios: la santidad o identificación personal con Cristo.

Está claro que, como exigencia de la santidad y del apostolado en medio del mundo, el cristiano ha de buscar con todo afán mejorar el estado de cosas en la sociedad: la instauración de la justicia, la paz y el logro de los demás bienes humanos. La construcción de la “ciudad temporal” por medio del trabajo contribuye al Reino de Dios y a la salvación de las almas. Pero el fin último de la vida cristiana no es la búsqueda del progreso terreno, que no tiene una cumbre en la que el hombre alcanza su plenitud.

El destino definitivo del cosmos, tal como lo ha querido Dios en su plan de salvación, no se ha de ver como el resultado de un proceso físico, de perfeccionamiento o de destrucción, sino a la luz del crecimiento moral y religioso de las personas, que avanzan por su libre correspondencia a la gracia de Cristo:

 «La tensión escatológica cristiana hacia el futuro no es por tanto una filosofía de la historia inmanente o intramundana. La redención cristiana del tiempo tiene una dimensión estrictamente “vertical” y no comporta una exaltación del desarrollo “horizontal” del hombre, que continua según la propia dinámica, pero no se ha de divinizar. La historia permanece siempre abierta y el futuro humano no es necesariamente ni mejor ni peor, es más, contendrá siempre elementos que habrá que corregir. La historia profana es el conjunto de las circunstancias temporales en las cuales cada ser humano debe vivir su personal vocación a la vida eterna, y no un simple estado transitorio hacia Dios (cfr. Gaudium et spes, nn. 38-39)».

Por último hemos de mencionar aún dos temas, relacionados con la salvación de la historia y estrechamente ligados entre sí: la determinación de aprovechar cada instante y la certidumbre del valor de las “cosas pequeñas”.

Fuente:  ERNST BURKHART – JAVIER LÓPEZ, en Vida cotifana y santidad en la enseñanza de san Josemaría, Tomo I, Rialp, 2010

Bibliografía:

  • G. MASPERO, ΘΕΟΛΟΓΙΑ –- ΟΙΚΟΝΟΜΙΑ – ΙΣΤΟΡΙΑ: La teologia della storia di Gregorio di Nissa, en “Excerpta e dissertationibus in Sacra Teología”, 45 (2003) 441.
  • SANTO TOMÁS DE AQUINO, In I Sent., proemio. Sobre el tema puede verse J.-P. TORRELL, Saint Thomas et l’histoire: état de la question et pistes de recherches, en “Revue Thomiste” 3 (2005) 355-409; M. SECKLER, Das Heil in der Geschichte, München 1964, p. 77.
  • F. OCÁRIZ, Naturaleza, Gracia y Gloria, cit., p. 55.

4 comentarios sobre “La “Teología de la salvación de la historia”

      1. Vuestra página es una de las pocas que miran «La Salvación de la Historia», porque el tema de «La Historia de la Salvación» es mucho más considerado. Pero ahora, al principio del siglo XXI, nos interesa meditar sobre «La Salvación de la Historia», para no dejarnos engañar por los falsos profetas y esperanzarnos con las profecías verdaderas. Yo descubrí vuestra página buscando «La Salvación de la Historia». Es una búsqueda muy fructuosa.

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