Algunos detalles curiosos en la resurrección de Jesús (y3)

Ya termina la Pascua y, al menos por ahora, termino con esta serie de detalles curiosos sobre la Resurrección de Jesús. Se trata solo de sugerencias o intuiciones que habría que estudiar mucho más a fondo, pero confiando en vuestra paciencia y comprensión, ahí van:

El reconocimiento en dos tiempos de Jesús Resucitado

En casi todas las apariciones de Jesús resucitado hay un proceso de reconocimiento como en dos tiempos. Lo vemos cuando en el Cenáculo tiene que mostrarles las llagas a los Once (y luego a Tomás) para que crean que es él mismo; o a los dos discípulos de Emaús, que solo terminan encontrándose con él, al partir el pan; o a María Magdalena tras confundirlo con el hortelano; o en la segunda pesca milagrosa, cuando Juan lo reconoce después de un rato; y luego cuando están comiendo con él, no se atreven a preguntarle pues sabían que era él, etc… Por tanto parece justificada la interpretación que algunos hacen del pasaje referido de María Magdalena (Jn 20, 11-31) donde el primer  «conversa retrorsum» es simplemente un darse la vuelta. Pero el segundo «conversa illi» tendría un significado más profundo de convertirse interiormente y así descubrir que el hortelano era el Señor. Una idea parecida es lo que Joseph Ratzinger comenta sobre los Apóstoles junto al lago de Genesaret: Lo sabían desde dentro, pero no por el aspecto de lo que veían y presenciaban.

Todo esto, ¿nos os recuerda al “Dios escondido” de Isaías 45, 15? Es como si Jesús resucitado se escondiera tras alguna realidad física y tuviéramos que escontrarlo. San Josemaría decía: “Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir”. 

Las Teofanías en el AT (Abrahám Gn 18,1-33; Josué 5,13ss; Gedeón Jc 6,11ss; Sansón Jc 13) también tienen un proceso parecido en dos tiempos. Pero con Jesús resucitado es diferente: se trata de un encuentro personal -en el tiempo, aunque parece trascenderlo- con una persona viva, real…. Lo expresa magníficamente Benedicto XVI al afirmar: “con la resurrección de Jesús … se ha inaugurado una dimensión … que ha creado … un nuevo ámbito de la vida, del ser con Dios

Cuando Pablo habla en Colosenses (1, 12-23) o Efesiós (1, 3-23) del Cuerpo cósmico de Cristo nos esta queriendo decir que podemos encontarnos con Él en todas las realidades creadas -como alguien que las trasciende y llena de sentido-. 

El Card. Newman (ver nota abajo) afirma que las realidades complejas necesitan desplegarse en el tiempo y el espacio para llegar a expresar su sentido plenamente. Solo con el gradual desarrollo de sus muchos perfiles y dimensiones se llegan a captar…. Se trata -para Newman- de ser contemplativos y saber descubrir a Cristo en las expresiones religiosas artísticas, en la Escritura, en el pensamiento teológico, en la Patrísticas, en los místicos, en la liturgia, en los santos, etc. 

Con la fuerza de la Resurrección

Empecemos por esta introducción al tema. Jesús cerca de Cesarea de Filipo preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Tras escuchar las respuestas, les volvió a preguntar: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mc 8, 29; Lc 9, 20; Mt 16, 15). No sabían que decir. Entonces ocurrió algo clave. Dijo Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente» (Mt 16, 16). La clave está en la asombrosa frase «el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16). De algún modo, Pedro intuyó que Jesús era mucho más que un profeta o rabí. Allí había algo cualitativamente distinto a lo meramente humano; se trataba del mismo Dios viviente.

Jesús respondió a esta extraordinaria confesión de Pedro con otra expresión extraordinaria: «Bendito eres tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre sino mi Padre Celestial. Por eso te digo que tú eres Pedro y sobre esta roca edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella» (Mt 16, 17-18).

“Y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (mi Iglesia)”. Siempre me ha llamado la atención cómo hemos interpretado las últimas palabras de Jesús precisamente al revés, como si se le garantizara a la Iglesia protección contra los ataques del infierno, cuando en verdad, Jesús apunta a una imagen mucho más belicosa. Lo que Jesús está diciendo es que su Iglesia pondrá sitio al reino del mal, derribando sus murallas y destrozando sus puertas que no podrán resistir (prevalecer) ante lo que se les viene encima. Para entender que tipo de fuerza es a la que parece estar haciendo referencia Jesús aquí conviene mirar el enlace dynamis y kratos (en el Nuevo Testamento). En efecto, Kratos se relaciona con el verbo krateintener firme, que se utiliza casi siempre en un contexto de combate y sugiere una fuerza invencible.

Además, nótese cómo Jesús al utilizar el tiempo futuro: «Edificaré mi Iglesia» (Mt 16, 18), nos está diciendo que se trata también de un proceso a lo largo del tiempo. Proceso en el que participarán todos aquellos que a lo largo de la historia participan en la fe que manifesta Pedro a cerca de quien es Jesús (Mesías e Hijo de Dios encarnado); y que los capítulos iniciales de Hechos desarrollarán en los discursos de Pedro, siempre centrados en la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Un conocimiento de fe en Jesús, que emana del acontecimiento pasión, muerte y resurrección de Jesús; y es el centro y la raíz de donde saca toda su fuerza la Iglesia hasta que vuelva: “Dice el que da testimonio de estas cosas: «Sí, vengo pronto». Amén. ¡Ven, Señor Jesús!”

Bibliografía y notas

  • J. Ratzinger en “Jesús de Nazaret”
  • POTENCIA, FUERZA (dynamis, kratos) – Escritura_Sagrada
  • En “Catolicismo» de Mons. Robert Barron leemos que «Newman decía que una idea compleja equivale a la suma total de todos los aspectos contenidos en ella. Esto quiere decir, a su entender, que realmente se conocen las ideas a lo largo de grandes extensiones de espacio y tiempo, con el gradual desarrollo de sus muchos perfiles y dimensiones. La Encarnación es una de las ideas más ricas y complejas jamás propuesta a la mente, y por eso requiere del espacio y tiempo de la Iglesia para poder revelarse. Por eso, para comprenderla en plenitud, hay que leer los Evangelios, las Epístolas de Pablo, las Confesiones de san Agustín, la Suma Teológica de Tomás de Aquino, la Divina Comedia de Dante, la Subida al Monte Carmelo de san Juan de la Cruz y la Historia de un Alma de Teresa de Lisieux, entre otras muchas obras maestras. A la vez hay que saber mirar y escuchar, contemplar la Catedral de Chartres, la Santa Capilla de París, la Capilla de la Arena en Padua, el techo de la Capilla Sixtina, el Éxtasis de santa Teresa de Bernini, la Iglesia del Santo Sepulcro, la Crucifixión plasmada por Grünewald en el Retablo de Isenheim, las sublimes melodías del canto Gregoriano, de las Misas de Mozart, y de los Motetes de Palestrina. El catolicismo es asunto tanto del cuerpo y los sentidos como de la mente y el alma, precisamente porque el Verbo se hizo carne.
  • Ef 3, 14-15: “Por eso doblo las rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra”. Mutatis mutandis si Dios es Amor, todo amor en el cielo y en la tierra procede de Él, y una sonrisa, una muestra de aprecio, cariño, el amor humano… proceden de Él, y nos traen su amor

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