El Reino de Dios y las Parábolas de Jesús

Esta entrada pertenece a ¿Qué sabemos de Jesús de Nazaret?

Cuantos idiomas conocía Jesús

En Galilea se hablaba un dialecto del arameo occidental; Jesús además conocía el hebreo porque lo oía los sábados en la sinagoga; y además -por motivos profesionales- le era indispensable saber algo de griego. (Además, aunque pudo tener un intérprete, es muy posible que entendiera el latín en que le hablaría Pilato).

  • El arameo fue la lengua cotidiana de Jesús. La tradición de los evangelios nos ha transmitido algunas de las palabras arameas empleadas por Jesús, por ejemplo ’abba’ = padre mío (Mc 14,36), gehinnam = infierno (Mc 9,43), ’elohi = Dios mío (Mc 15,34), ’ippetach = ábrete (Mc 7,34), kepa’ = roca (Jn 1,42), qorban = ofrenda (Mc 7,11), mamona’ = riqueza (Mt 6,24), pasha’ = fiesta de Pascua (Mc 14,1), rabbuni = señor mío (Mc 10,51), reqa’ = estúpido (Mt 5,22), telita’qum = niña, levántate (Mc 5,41).
  • En la sinagoga, Jesús oía hebreo cuando se hacían las lecturas de la Sagrada Escritura. Es posible que supiera de memoria grandes secciones de la Biblia hebrea.
  • Y también le resultaban indispensables, en su oficio de artesano del ramo de la construcción, algunos conocimientos fragmentarios de griego. A 6 Km de Nazaret estaba la ciudad griega de Séforis, que haba sido destruida por Publio Quintilio y mandada reconstruir en tiempos de Jesús por Publio Quintilio Varo.

El modo de expresarse de Jesús

Pero en esta entrada nos referimos a su lenguaje, a su modo de hablar. Su lenguaje da siempre en el blanco. Es exacto y preciso, conciso y afilado. No tiene ni un «gramo de grasa» de más. Tenía una extraordinaria capacidad lingüística. Su lenguaje tenía tal fuerza que ha marcado el de sus seguidores y transmisores. Maestros del lenguaje como G. K. Chesterton y Dorothy L. Sayers han aludido expresamente a esta peculiaridad de Jesús.

Un ejemplo. Un día, mientras hablaba, una mujer de la muchedumbre lo interrumpe y exclama: Bienaventurado el seno que te llevó y los pechos que te criaron. (Lc 11,27). Se trata de una alabanza dirigida a Jesús aunque a través de su madre. En Oriente se alaba a alguien cuando se alaba a su madre, y se le injuria si se la injuria. Jesús replica: Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan. (Lc 11,28) ¿Qué hay aquí? La mujer había dedicado un cumplido a Jesús, y él, cortésmente, responde con otro cumplido. La mujer le había escuchado. Por eso ahora recibe ella su correspondiente alabanza, pero Jesús no se limita a declarar dichosa a la mujer en cuestión, quiere incluir en su cortés réplica a todos los oyentes. Pero no puede decir: Mejor aún: dichosos vosotros, que escucháis la palabra de Dios y la guardáis. Jesús debe, en efecto, dejar abierta la cuestión de si toda aquella multitud sigue la palabra de Dios. Está aquí, por consiguiente, plenamente justificada la expresión indirecta: «dichosos los que oyen la palabra de Dios y la guardan». Pero además de referirse a todos los que le escuchan y le siguen, Jesús aclara algo esencial: no basta con «oír mis palabras», de lo que se trata es de «hacer vida lo escuchado». Les está diciendo a todos por medio de esta breve respuesta: de lo que se trata no es de la admiración que mi persona pueda provocar, sino de poner en práctica la palabra de Dios. ¡Cuántas palabras para explicar Lc 11,27-28! Jesús lo hacía mejor. Él lo decía todo en una sola y breve frase, con una formulación que apenas podía ser más concisa. Una cortés respuesta a un cumplido, y, con todo, y a la vez, toda una sección de teología. En efecto, esta pequeña frase ponía bajo clara luz que los oyentes, al oír ahora a Jesús, oían la voz misma de Dios.


Jesús es un gran observador

Pero sigamos con nuestro tema. Lo segundo que vemos es que Jesús es un gran observador de la vida cotidiana. Descubrimos siempre un profundo amor a la realidad en sus palabras. Revelan una aguda observación de las cosas y de los hombres. Y por encima de todo son imaginativas y creadoras. Resulta inolvidable la sentencia: Más fácil es que un camello entre por el por el ojo de una aguja que un rico en el reino de Dios. (Mt 19,24). Le gusta lo paradójico y no teme formular: ¿Cómo eres capaz de decir a tu hermano [en la fe]: deja que te saque la paja del ojo, cuando tienes tú una viga en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga del ojo, y entonces verás claro para poder sacar la paja del ojo de tu hermano. (Mt 7,4-5)

Es asombrosa la cantidad de «mundo» que encierran sus parábolas. El mundo de los soberanos y los políticos, de los negociantes y los latifundistas está tan bien representado como el mundo de las amas de casa y de los pobres jornaleros, de los pescadores y los agricultores. Se habla del banquete de un hombre rico (Lc 14,16-24) y de cómo una mujer pobre busca una moneda que ha perdido (Lc 15,8-10). Se narra cómo la pequeña semilla de mostaza crece hasta convertirse en un arbusto (Mc 4,30-32) y cómo una pequeña cantidad de levadura fermenta una gran masa de harina (Mt 13,33). Se describe cómo un hombre atacado yace sobre su propia sangre y cómo un sacerdote y un levita pasan a su lado y simplemente se alejan (Lc 10,30-35). O como un administrador, despedido con razón, se asegura, con un refinado ardid, el sustento para los años venideros (Lc 16,1-7).

Pero no vamos ha hablar aquí de cada parábola (en este enlace encontrar algunos análisis: de las parábolas en general y de algunas en particular.), sino de lo qué Jesús nos quiere decir acerca del Reino y porqué uso este medio de las parábolas.

La paradoja del Reino y la Parábola

Jesús nos dice en sus parábolas que el reino de Dios, como realidad autónoma y sobrenatural, viene «por sí mismo» (cf. la parábola de la siembra que crece por sí sola). Pero también nos dice que para que pueda venir, debe ser recibido con radicalidad, necesita ser retenido con clara determinación, sin fisuras. ¿Es una contradicción? No; mas bien se trata de una paradoja. En efecto, ambos aspectos son esenciales para hablar adecuadamente del reino de Dios. La paradoja (viene por sí mismo – depende de ti) no puede resolverse, como tampoco puede resolverse la tensión del tiempo (presente – futuro) del reino de Dios.

Jesús, ya lo hemos dicho, es un maestro en la creación de sentencias breves y vigorosas, y un referente único en la narración a través de imágenes y comparaciones. Él no inventó el género parabólico, que existía desde mucho tiempo atrás en el mundo antiguo, pero le dio una altura única. Podemos decir que fue el género más adecuado para expresar lo paradójico, lo sorprendente que encierra el mensaje de la llegada del Reino De Dios.

No solo sorprende el gran número de parábolas que se han conservado de Jesús: los evangelios sinópticos narran unas 40 parábolas (algo singular en el mundo antiguo), sino también por su calidad, que las hacen inimitables. Al narrarlas, lleva a sus oyentes a un mundo con el que en un primer momento están familiarizados o al menos les es conocido, un mundo que se les describe con trazos sumamente realistas. Pero al mismo tiempo lo convierte en un mundo extraño, distante, y deshace así los derroteros habituales del pensamiento piadoso. Jesús quiere mostrar que el reino de Dios tiene su propia lógica. No se adapta a los patrones acostumbrados del lenguaje religioso sobre Dio: Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque, si no, el vino rompería los odres y el vino y los odres se echarían a perder. (Mc 2,22).

Una aclaración final

Se suele responder a la pregunta de ¿por qué Jesús habló del Reino De Dios en Parábolas?, partiendo del hecho del rechazo de la predicación de Jesús por parte de las autoridades religiosas, el cual se va haciendo más evidente hacia la mitad del misterio público de Jesús, que es precisamente cuando decide emplear este género. Esta es la respuesta que da el mismo Jesús a propósito de las parábolas (Mc 4,10-12; Lc 8,9-10): Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no percibiréis. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y con el corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane. Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron. (Mt 13, 10- 17)…

Lo que hemos intentado -más arriba- es completar y desarrollar un poco más esta respuesta de Jesús

Fuentes:

  • Lohfink, Gerhard. Jesús de Nazaret: Qué quiso, quién fue (Biblioteca Herder)
  • U. Luz, Das Evangelium nach Matthäus, tercera parte (EKK I/3), Zúrich, Neukirchen-Vluyn, 1997 (trad. cast.: El Evangelio según san Mateo, vol. 3, Salamanca, Sígueme, 2013).

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