La situación de Judá en la época persa era distinta a la que se había encontrado al final del periodo monárquico y en el destierro, y como la historia es la maestra de la vida, y especialmente en el caso de los libros sagrados, fue necesario reescribirla con una nueva intencionalidad teológica para iluminar la situación en la que se encontraban los lectores del momento. Esta intencionalidad se puede apreciar por muchos indicios que es deliberada: se trata en muchas ocasiones de justificar por la historia las soluciones que se dan, en la época persa, a los distintos problemas religiosos que se plantean; además hay un particular interés en referir a David los elementos fundamentales de la comunidad judía sin descuidar los orígenes mosaicos de la propia religión de David. Las variaciones más significativas, que abren perspectivas distintas a las ofrecidas por los libros de Samuel y de los Reyes, son las siguientes: omisiones + retoques + adiciones.
-
a) Hay omisiones importantes cuya intención resulta clara: idealizar la figura de David al no aludir en el texto a sus debilidades o las de personas de su familia más directa. Por ejemplo:
- se silencian las relaciones de David con Saúl (1 Sam 16‑31) pues Saúl ha sido un rey infiel;
- no se dice nada del adulterio y homicidio de David (2 Sam 11‑12);
- tampoco se menciona el incesto de Ammón y la rebelión de Absalón (2 Sam 13‑20);
- no se habla de la caída de Salomón al final de su vida, y se lo exculpa de alguna de sus acciones, etc.
-
b) Se han introducido retoques en las fuentes comunes, modificando expresiones, alterando el orden de los acontecimientos, añadiendo glosas, y comentarios de los hechos desde otra perspectiva. Un ejemplo significativo puede verse en la comparación de 1 Cr 21,1‑5 con 2 Sam 24,1‑9.
El texto de la “Historia deuteronomista” dice así: | Mientras que el de la “Historia del cronista” se expresa del siguiente modo: |
«Volvió a encenderse la ira del Señor contra Israel, impulsando a David a que hiciera un censo de Israel y de Judá.
Dijo, pues, David a Joab, jefe de su ejército: Recorre todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Berseba, y haz el censo del pueblo para saber su número. Joab dijo al rey: Aumente el Señor, tu Dios, el pueblo cien veces otro tanto como son, y véalo el señor mi rey. Pero, ¿para qué quiere esto el señor mi rey? Pero prevaleció la orden del rey sobre Joab y sobre los jefes del ejército. Y salió Joab con los jefes del ejército de la presencia del rey para hacer el censo del pueblo de Israel. Y pasado el Jordán, comenzaron por Aroer, la ciudad que está en medio del valle, y por Gad hasta Jazer. Y fueron a Galaad y a tierra de los jeteos hasta Cades, y luego desde Dan hasta Sidón, la grande. Fueron a la fortaleza de Tiro y a todas las ciudades de los jeveos y los cananeos y por fin al Négueb de Judá, a Berseba. Cuando hubieron recorrido de este modo todo el país, volvieron a Jerusalén al cabo de nueve meses y veinte días, y Joab remitió al rey la relación del censo del pueblo. Había en Israel ochocientos mil hombres de guerra que esgrimían la espada, y quinientos mil en Judá» (2 Sam 24,1‑9). |
«Se alzó Satán contra Israel impulsando a David a que hiciera un censo de Israel.
[El cronista en vez de atribuir la iniciativa en el censo a la cólera divina, hace descargar la responsabilidad en Satán.] Dijo, pues, David a Joab, y a los jefes de su pueblo: Id a hacer el censo de Israel, desde Berseba hasta Dan, y traédmelo para saber yo su número. Joab dijo al rey: Aumente el Señor, tu Dios, el pueblo cien veces otro tanto como son. Pero, rey y señor mío ¿no son todos servidores tuyos? ¿Para qué pide esto mi señor? [Se incluye a continuación una razón nueva y significativa:] ¿Para qué hacer una cosa que será imputada como pecado a Israel? Pero prevaleció la orden del rey sobre Joab. Y salió Joab y recorrió todo Israel, y vino luego a Jerusalén. [se omite la relación de lugares extranjeros] Joab remitió al rey la relación del censo del pueblo. Había en todo Israel un millón cien mil hombres aptos para las armas, y en Judá cuatrocientos mil capaces de esgrimir la espada» (1 Cr 21,1‑5). |
-
c) Se han introducido numerosas adiciones. Las más características son:
- los cinco capítulos en los que se describe la organización del culto realizada por David (1 Cr 23‑27),
-
y las reformas religiosas que se atribuyen a Asá (2 Cr 15) y a Joás (2 Cr 24) de las que no se habla en la historia deuteronomista.
Vale la pena señalar que tanto las adiciones como omisiones o cambios en la redacción modifican habitualmente en la misma línea los juicios de valor acerca de los hechos narrados, por lo que la intencionalidad de los mismos y la lección que quieren transmitir parecen claras. Por eso, han de ser obra de un autor, o de un grupo de autores perfectamente compenetrados en la visión de la historia que desean transmitir. La intención del autor no es la de falsear la historia, sino repensar esa historia que ya es conocida para sacar lecciones de ella, adecuadas a la nueva situación para alimentar la fe en Dios y reforzar la unidad en la práctica de la Ley. El cronista compuso su obra mucho después de la vuelta del Destierro, probablemente en el siglo III a.C. al inicio de la helenización de Palestina. En esa época el pueblo judío hubo de afrontar graves tensiones internas y externas, y la composición de esta obra pudo constituir un punto sólido de apoyo para su fe y su unidad.
Ejercicio: Comparar los relatos de Manasés de Judá (2 R 21,1-18 y 2 Cr 33,1-20)
2 Reyes 21, 1-18 |
2 Crónicas 33, 1-20 |
Cap.21 [1] Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó 55 años en Jerusalén; el nombre de su madre era Jefsí Baj.
|
Cap.33
[1] Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó 55 años en Jerusalén. [2] Hizo el mal a los ojos de Yahveh según las abominaciones de las gentes que Yahveh había expulsado delante de los israelitas. [3] Volvió a edificar los altos que su padre Ezequías había derribado, alzó altares a los Baales, hizo cipos, se postró ante todo el ejército de los cielos y les sirvió. [4] Construyó también altares en la Casa de Yahveh, de la que Yahveh había dicho: «En Jerusalén estará mi Nombre para siempre.» [5] Edificó altares a todo el ejército de los cielos en los dos patios de la Casa de Yahveh, [6] e hizo pasar a sus hijos por el fuego en el valle de Ben Hinnom; practicó los presagios, los augurios y la hechicería, e hizo traer nigromantes y adivinos, haciendo mucho mal a los ojos de Yahveh y provocando su cólera. [7] Colocó la imagen del ídolo, que había fabricado, en la Casa de Dios, de la cual había dicho Dios a David y a Salomón, su hijo: «En esta Casa y en Jerusalén, que he elegido de entre todas las tribus de Israel, pondré mi Nombre para siempre. |
2 comentarios sobre “La historia del Cronista.”