Los profetas del periodo babilónico (siglos VII-VI a.C.)

Necao II

La vida de estos profetas transcurre en el marco de una situación internacional muy agitada. Asiria cornenzaba su declive y otra potencia, Babilonia, iniciaba su ascenso. Egipto seguía, siendo todavía un imperio importante pero estancado y aferrado al pasado.

El ejercito babilónico conquistará Asiria tomando la capital, Nínive, en el año 612 a.C. y derrotaría a las tropas egipcias en el 609 a.C.; de este modo, Babilonia se convirtió en la potencia indiscutida, y su rey, Nabucodonosor, sometió a los estados limítrofes a un vasallaje exigente. Judá demasiado pequeño para interpretar un papel propio en política internacional dependió siempre de los avatares entre Egipto y Babilonia.

El rey Manasés (698-643) gobernó despóticamente (Cf. 2 Re 21,1-18). Le sucedió su hijo Amón (643-640) que continuó la política de su padre hasta que fue asesinado (cfr. 2 Re 21, 19-25). Ambos monarcas dejaron el reino de Judá sumido en la idolatría y la barbarie.

Fragmento de vasija con el nombre de Necao II (Uahemibra Nekau), custodiado en el Petrie Museum.

Muerto Amón, subió al trono su hijo Josías (640-609) (cfr. 2 Re 21,26). Aprovechando la reciente debilidad de Asiria pretendió tener cierta independencia política. Recuperó algunos territorios del antiguo reino (cfr. 2 Re 23,15-21) y sobre todo emprendió una reforma religiosa en todo el país (cfr. 2 Re 23,4-27). La reforma de Josías (622) tiene lugar a raíz del descubrimiento en el Templo del Rollo de la Ley (cfr. 2 Re 22,3-23,3), que relataba la lealtad de Dios, pero también exigía al pueblo la fidelidad y el cumplimiento de los preceptos divinos. Se trataba del Deuteronomio (una parte al menos). Con Josías nos encontramos una época de renacimiento y prosperidad. El pueblo admiraba a Josías y sentía la presencia de Dios junto al rey (cfr. 2 Re 22,2). Pero pronto esta esperanza quedó frustrada.

Efectivamente, el faraón Egipcio Necao II (610-593) viendo el peligro que representaba el nuevo imperio emergente para el equilibrio de poder del momento, envió un ejercito contra Babilonia. Cuando las tropas egipcias cruzaban Palestina, Josías, que pretendía mantener la debilidad de Asiria, les presentó batalla en la llanura de Meguido. Era el año 609 a.C.

Estela de Necao II, dedicada a Isis y Osiris. Museo del Louvre.

La derrota del ejercito israelí y la muerte de Josías (2 Re 21,29-30) caló profundamente en el ánimo del pueblo. El tiempo feliz había pasado. La aristocracia de Jerusalén buscó rápidamente un sucesor, Joacaz (609) un hijo de Josías. Y presentaron la propuesta al faraón; pero al faraón no le gustó la propuesta. Detuvo a Joacaz y se lo llevó preso a Egipto e impuso en el trono a otro hijo de Josías: Joaquín (609-597) (cfr. 2 Re 23,31-34).

Al principio Joaquín se sometió dócilmente al faraón (cfr. 2 Re 23,35), pero después al conseguir Babilonia imponerse a Egipto, Joaquín abandono la lealtad con Egipto pasándose hacia Babilonia (603). Pero en el año 601 a.C. Babilonia sufre una trágica derrota militar y entonces Joaquín cambió de nuevo su alianza, y se rebeló contra Babilonia para apoyarse nuevamente en Egipto. Pero una vez recuperado Nabucodonosor, rey de Babilonia, sitió Jerusalén en el año 597 a.C. Joaquín fue asesinado en una revuelta durante el asedio y le sucedió su hijo Jeconías que se rindió a Nabucodonosor. El cual apresó a Jeconías, a los nobles y a los mejores del pueblo y los deportó a Babilonia (cfr. 2 Re 24,8-16). Mientras tanto entronizó en Jerusalén a Sedecías (597-586).

Pronto el nuevo rey se vio presionado por miembros de la corte para que se revelase contra el yugo babilónico. Y entonces, Nabucodonosor cargo de nuevo contra Jerusalén, y en el año 587 a.C. conquistó Jerusalén, torturó al rey y deporto otro contingente de población a Babilonia (cfr. 2 Re 24,17-25,21).

La conquista de la ciudad produjo otra profunda decepción en la población: la ciudad santa había sido capturada por un rey pagano y el Templo totalmente destruido… Nabucodonosor puso al frente de los pocos que se habían quedado en Jerusalén a Godolías (cfr. 2 Re 25,22). Posteriormente, un guerrillero llamado Ismael asesinó a Godolías, y capturó un grupo de prisioneros entre los que se encontraba el profeta Jeremías y Baruc. Unos días después, un cabecilla de la región llamado Juan, apresó a los cautivos que trasportaba Ismael y los llevó a Egipto. Ante todo este caos Nabucodonosor arremetió de nuevo contra las ruinas de Jerusalén y deportó aún más gente a Babilonia (582) (cfr. Jer 52,28-30). Era en fin definitivo.

El reino de Judá llega a su fin con los babilonios quedando incorporado su territorio al imperio en el año 582. La. situación para Judá no podía ser más dramática. En muy pocos años se había pasado de la esperanza restauradora de Josías al desastre de la destrucción de Jerusalén y del exilio.

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