El Sacerdocio de Cristo en el Nuevo Testamento

Resulta evidente que ni los sinópticos, ni Pablo ni Juan tratan del sacerdocio de Cristo directamente. En parte para evitar la confusión con la noción de sacerdote del Antiguo Testamento y del mundo pagano. Solo se trata con amplitud y precisión del sacerdocio de Cristo en la Carta a los Hebreos.

Ya hemos dicho que Jesús mismo no se atribuye ni una sola vez el título de sacerdote, ya que él no pertenecía a la tribu de Leví cuyos miembros tenían reservada la función sacerdotal. Sin embargo, para definir su misión utiliza términos sacerdotales.

  • a) Jesús se revela sacerdote por la ofrenda de su sacrificio.
  • b) Jesús se revela sacerdote también por el servicio de la palabra. En este segundo aspecto de la palabra, Jesús tiene una posición clara en relación con la ley de Moisés: 1) él viene para darle cumplimiento (Mt 5,17s), 2) él está por encima de la Ley (Mt 5,20-48), y 3) aclara su profundo valor, encerrado en el primer mandamiento y en el segundo, que se le asemeja (Mt 22,34-40).
  • c) Jesús se revela sacerdote  también en las palabras de Jesús que hacen referencia al Templo.
  • d) Algunos textos de la literatura intertestamentaria, como los vinculados a Qumram, hablan de el (los) “Mesías de Aarón e Israel”. Un texto de carácter apocalíptico del siglo I a.C., el “Testamento de los Doce Patriarcas”, habla de que de Judá saldrá el rey, pero que el Sumo Sacerdote de Leví revelará las palabras del Señor, y de él saldrá la salvación. Por tanto, hay más motivos en el contexto del Nuevo Testamento que vinculan el mesianismo real con el sacerdotal, y que explican las palabras de Jesús y la argumentación de Hebreos.
  • e) Una última reflexión, aunque no se hace una predicación expresa del sacerdocio de Jesucristo, sino solo una sugerencia. En este sentido sacerdotal, también parece bastante claro a este propósito el final del Evangelio de San Lucas. En la Ascensión, Jesús está con sus discípulos y levantando sus manos los bendijo. Y mientras los bendecía, se alejó de ellos y comenzó a elevarse al cielo. Y ellos le adoraron (Lc 24,50-52). Esta sucesión de las tres acciones –levantar las manos, bendecir, postrarse (en el caso de los discípulos de Jesucristo, adorarlo)– en el Antiguo Testamento sólo aparece en dos ocasiones (Lv 9,22; Sir 50, 20) y ambas se refieren al Sumo Sacerdote: Aarón y Simón, respectivamente.

Este tema se continúa ahora con en sacerdocio de Cristo en la Carta a los Hebreos

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